¿Una fosa común de la Gripe Española en el cementerio de Toledo? [Juan Ángel Ruiz Sabina, Tania Obregón Penis y Antonio José Gómez Laguna]

Imagen tridimiensional de la fosa obtenida por fotogrametría.

La mañana del 17 de diciembre del pasado año, un martes sin demasiado trabajo, vísperas casi de las fiestas de Navidad y en el que aún no existían en nuestro vocabulario palabras como: coronavirus, COVID 19, pandemia, mascarillas, confinamiento, estado de alarma, etc. convocaron a la Asistencia Técnica de Arqueología al Ayuntamiento:

Se había localizado el día anterior en el cementerio de la ciudad un hallazgo inusual: en los trabajos de reapertura y profundización de una tumba -para realizar una inhumación de dos cuerpos más-, se había detectado una especie de fosa con muchos cuerpos cubiertos de cal.

Tras escucharlo, un escalofrío recorrió mi columna. Lo primero que preguntamos, fue si la fosa estaba ubicada en alguno de los patios con represaliados de la Guerra Civil: 17, 31, 42 que son bien conocidos en el cementerio. Nos comentaron que no. No se correspondía con ninguno de ellos. Tampoco había descrita en el registro la existencia de una fosa común en esta zona del cementerio. Con estos datos rondando la cabeza, nos dirigimos al cementerio.

He de reconocer que, aunque había tenido que ir ya algunas veces acompañar en esos momentos duros a conocidos y amigos a las instalaciones del Tanatorio, nunca había atravesado la puerta del campo santo. Mientras seguíamos al encargado, me fijaba en lo limpias y pulcras que estaban las calles, a cuyos lados ordenadas y frías, se extendían las tumbas y panteones familiares. La luz de invierno, de ese día sin nubes, de sol radiante, sin viento y a una hora cercana al medio día, mostraba las tumbas con unas sombras, duras, geométricas…

Después de andar unos minutos, llegamos al rincón NW del perímetro original del cementerio de 1893. Entre dos tumbas una de 1942 y la otra de 1963 se apreciaba una fosa reciente abierta. La perfección de los perfiles, recordaba vagamente a una cuadrícula arqueológica. En las paredes se apreciaban múltiples manchas de cal y debajo los restos oscuros de materia orgánica (ropa, hueso, calzado). En una bolsa nos enseñaron los restos recuperados: huesos largos, fragmentos de cráneo, cuero de los zapatos –solo de hombres-, telas de la ropa, botones, aros de bronce…Recuerdo que durante unos minutos apenas hablé. Luego comenzamos a hacer preguntas a los encargados del cementerio, recibiendo las mismas respuestas que ya conocíamos: no constaba en el libro de registro del cementerio la existencia de una fosa común en esta zona, no es la zona de los represaliados, es la primera vez que se localiza.

Solicité una escalera para bajar y poder hacer unas fotos y analizar cómo estaban dispuestos los cuerpos. Se observaba en la mitad inferior de la fosa, filas superpuestas de cuerpos cubiertos con mucha cal, que se extendían por fuera de los límites de la fosa abierta por los operarios. El tramo superior parecía limpio, con rellenos potentes de alcaén que ocultaban el macabro hallazgo. En el lapso de tiempo que estuve abajo, apenas toque nada del suelo o de los perfiles.

Imagen tridimiensional de la fosa obtenida por fotogrametría.

Al estar abajo tomando notas y fotografiando los perfiles, para hacer una reconstrucción 3D de la fosa, la mente se trata de sobreponer a lo que observa. Cuerpos vestidos con ropa, pantalones largos, camisas, calzados de cuero, tal vez envueltos en algún posible sudario, sin ataúd, colocados en filas orientadas en sentido norte-sur, cubiertos por centenares de kilos de cal viva. En ese momento conté varias capas, que indicaba que la fosa –cuyos límites no se apreciaban- se había reutilizado a lo largo de un período de tiempo.  Después de hacer las fotos y tomar unas medidas, pedí que me colocaran la escalera para subir. Estaba tan impresionado por lo que tenía delante, que ni tan siquiera me di cuenta de la presencia de un papel de publicidad que el viento había llevado hasta el interior de la fosa abierta por los obreros. No lo retiré. Lo vi después en las fotos. Regresamos a los coches, me despedí de la gente y me dirigí a mi casa, para comenzar a elaborar el informe para Urbanismo del Ayto. y la Delegación de Cultura, de quien depende esta zona de la ciudad. En él indiqué el hallazgo de una fosa común con las siguientes características:

1º.- Ubicación en el cementerio municipal. Se encuentra en el rincón más alejado de la puerta, dentro de la cerca original del cementerio construido en 1893. Esta ubicación alejada, puede ser un indicio más del intento de alejar el punto de enterramiento del resto de tumbas. 

2º.- Tipo de enterramiento. Se trata de una fosa común, aunque no se han podido localizar los límites de la fosa ni el final de la misma. En ella se han enterrado, de forma ordenada al menos siete pisos/capas de cuerpos. La fosa tiene al menos 1,5 m de profundidad y aparece 1 m de la superficie. Estuvo enmascarada y cubierta por los rellenos aportados para nivelar esta zona del cementerio. 

3º.- Tipo de ritual. Los cuerpos están dispuestos en capas, de han detectado hasta siete- separados entre sí. La que parece tener un mayor número de cuerpos y en una posición menos ordenada son los ubicados en la capa inferior (nº 7). En las capas superiores 1 a 6, que son las que han documentado en los perfiles, se aprecia que: 

a/ Los cuerpos están en conexión anatómica, con la cabeza preferentemente al norte, aunque hay indicios que pueden estar colocados de forma alterna. 

b/ Se trata en su mayoría de adultos, con algunos indicios de la existencia de jóvenes adultos, pero no de infantiles o neonatos (0 a 12 años). 

c/ No se ha podido establecer el número exacto de cuerpos. Por los cráneos localizados se trataría de un número mínimo de individuos entre 10 y 12, aunque es seguro que hay mucho más cuerpos enterrados. 

d/ Se encontraban vestidos en el momento de la inhumación: botones de pasta vítrea o hueso) y latón, además de calzado de cuero y restos de tejidos. Probablemente envueltos en un sudario o manta. No hay indicios de ataúdes. 

e/ Una fosa reutilizada siete veces. vez completado un nivel de cuerpos en la fosa, este nivel se cubría con cal y se sellaban con una nueva capa de tierra. La fosa permanecía abierta, para recibir una nueva capa de cuerpos. 

f/ El ritual de enterramiento parece evidenciar un lapso de tiempo amplio en el uso de esta fosa común. La fosa estuvo abierta como lugar de enterramiento en este rincón del patio el lapso de tiempo suficiente como para contener siete niveles superpuestos de inhumaciones y al menos 1,5 m de potencia. 

g/ El empleo de cal, de forma tan masiva, en especial en la parte inferior sobrepasaba el medio metro de espesor, un claro indicio ser la una fosa común para los fallecidos por una enfermedad contagiosa. Aunque también su empleo es habitual como elemento de desinfección en las fosas comunes.

Detalle de los cuerpos cubiertos con cal.

Respecto a la cronología e interpretación no se disponían de elementos y noticias, que permitan determinar de forma precisa el origen y cronología de este hallazgo. Los elementos de ajuar personal asociados a los cuerpos se pueden situar en la primera mitad del siglo XX: botones de cristal, aros de bronce de monóculos, zapatos de cuero remachados. La cronología de las tumbas ubicadas encima de entre 1942 y 1962 –esta última ya cortó la fosa común para colocar los nuevos cuerpos- situaban la fosa entre 1893 y 1942, lo que descartaba las epidemias de cólera que asolaron el centro de España a lo largo del siglo XIX. En 1834, 1855, 1865, 1885 muchas ciudades incluidas Toledo se vieron desbordadas por la magnitud de estos episodios.   

Interpretación de los perfiles con la secuencia de enterramientos. Destaca por su extensión y potencia el nivel de base (nº 7)

En la página web[1] del cementerio municipal se explica de forma concisa y breve, estos acontecimientos: “…la terrible epidemia de cólera acaecida en junio de 1834 hizo que las medidas preventivas para evitar el contagio fueran infructuosas llegado a propagarse el cólera causando estragos entre la población. En las siguientes semanas las imágenes de agonía y muerte reinaban por Toledo, los pudrideros hospitalarios de Tavera y de la Misericordia pronto se vieron saturados llegando a trasladar a los fallecidos a extramuros de la población y realización enterramientos de urgencia, algunos incluso se realizaron junto a Bisagra, actualmente conocida como la Calle de la Carrera.

Después de tanta desolación y muerte, en 1835 el Consistorio logra hacerse con un terreno para poder comenzar las obras de lo que sería el nuevo cementerio.  Adquieren un “cigarral” en el paraje de Santa Susana, junto a la carretera de Ávila y, después de grandes esfuerzos para reunir el capital necesario consiguen 80000 reales para la obra. Así pues un frío 6 de diciembre de 1836 abre sus puertas el cementerio, el recinto se conforma por una capilla, una galería cubierta para 132 nichos, la dependencia para el sepulturero y una sala de depósito.

Casi sesenta años después en 1893 toma el relevo al antiguo cementerio el nuevo recinto que conocemos actualmente, situado en el paseo de San Eugenio comenzó a acoger almas un 7 de septiembre y está dedicado a la Virgen del Sagrario.

Como se indicaba en el informe: a modo de hipótesis, en este período de tiempo en España, y en particular en Toledo, hay tres sucesos que puedan explicar el origen de esta fosa situada entre 1893 y 1942

1/ Fosa común para gente sin recursos. Por su ubicación en el rincón noroeste del cementerio, podría ser el lugar de inhumación –en una fosa común-de las personas sin recursos. Esto podría explicaría el dilatado uso de la fosa y los sucesivos niveles de cuerpos, además del uso de la cal. En contra, la disposición de los cuerpos en las capas inferiores: dispuestos de forma masiva y continua, lo relacionan con un solo momento de mortalidad rápida ¿epidemia? No se explica su ausencia en los registros, como ocurre también en las otras dos hipótesis.

2/ Fosa común de la Guerra Civil. Está situada fuera de los patios conocidos para albergar los cuerpos de los represaliado en la guerra civil española. Tampoco se ha localizado ningún elemento militar: botones, insignia, etc, o elementos violentos –balas -. Los botones recuperados no ajustaban a los recuperados en las fosas de fusilados ni el tipo de material: hueso, concha, madera, etc. El empleo de una única fosa, de forma reiterada y alargada en el tiempo, no se ajusta al tipo de fosas para albergar los restos de represaliados de ambos bandos de la Guerra Civil.

El número de individuos y el lapso de uso que tiene la fosa, habrían hecho que fuera conocida su existencia, aunque no conste en los archivos del cementerio. Aunque en arqueología, no se puede asegurar al 100 %, esta hipótesis era la que menos se ajustaba al hallazgo.

3/ Gripe española de 1918. Como en las dos anteriores, tienen en contra la ausencia de información en los registros del cementerio, pero los datos parecen indicar que podría ser la fosa común en la que se depositaron los fallecidos en la ciudad de esta epidemia mortal. Al afectar de forma mayoritaria a los jóvenes adultos, explicaría que no hubiese infantiles. También en este sentido, se entendería el empleo masivo de cal y la disposición de los cuerpos en hiladas sucesivas, a medida que se suceden los fallecimientos –en un lapso de varios meses- al haber existido al menos tres oleadas entre la primavera de 1918 y el invierno de 1919. Esta gripe, sin ser tan agresiva como las oleadas del Cólera Morbo del siglo XIX, se dejó notar con virulencia en España. Aunque sin cifras exactas, se indican en otoño de 1918 más de mil fallecidos en un solo mes en la provincia y más de cien en la capital en febrero de 1919. Como se observa en el registro estratigráfico, la fosa se empleó en varias ocasiones, con evidencias de oleadas de fallecimientos[2].

Gripe Española. Gráfico con el número de fallecidos e 1918/1919 en algunas ciudades.

En diciembre de 2019, la información sobre la Gripe Española no era tan abundante como lo es la actualidad.Fue la primera vez que me sorprendieron imágenes, ahora tan habituales, en blanco y negro de gente haciendo la vida cotidiana con mascarillas: en los tranvías, paseos, desfiles, etc. Y leer noticias como esta relativa a los 100 años de la gripe española[3]: “Hace exactamente 100 años, en 1918, millones de personas —se estima que en total fueron unos 50— morían a causa de los síntomas de la mal llamada gripe española. El virus, que pese al nombre no tuvo su embrión en España, fue espoleado por diversos factores del momento, como la desnutrición o la falta de higiene.

La enfermedad fue tan letal, sobre todo en el último trimestre de 1918, que provocó muchas más víctimas que la Gran Guerra. Pero la paradoja reside en que el mayor porcentaje de mortalidad no se concentró en personas mayores con enfermedades crónicas o niños, los más vulnerables, sino en los adultos jóvenes.

Personal y material del servicio de desinfección del ayuntamiento de Madrid para combatir la «Gripe española», en noviembre de 1918. Archivo ABC

Un estudio publicado en 2008 y dirigido por Antoni Trilla, médico epidemiólogo del Hospital Clinic, asegura que en España la mortalidad pudo alcanzar la cifra de 260.000 personas, lo que supone prácticamente el 1,5% de la población total en 1918-1919. Dicha mortalidad se concentró (75% de casos) en el periodo septiembre-noviembre de 1918 y supuso que el saldo vegetativo de ese año fuese negativo, hecho solo repetido en el año 1936, cuando estalló la Guerra Civil.

La lectura tres meses antes del Estado de Alarma de aquellas noticias, publicadas en 2018, se vuelven ahora muy actuales, por lo que muestran:

Además de Madrid, durante la primavera y el verano de 1918 se informó de numerosos afectados en diversas provincias del interior como Toledo, Ciudad Real, Badajoz y Córdoba. En sus inicios no fue una epidemia de elevada mortalidad: “Al principio se pensó que era algo banal. No había conciencia del problema”.

Beatriz Echeverri Dávila, que analizó profusamente la evolución de epidemia en España en una monografía publicada hace ya dos décadas, escribe que la segunda oleada, se propagó velozmente en septiembre a partir sobre todo de los dos grandes ejes ferroviarios Irún-Madrid y Catalunya-Almería. Según Echeverri, el virus avanzó con facilidad aprovechando las multitudes que se congregaban en los numerosos pueblos y ciudades que durante aquel mes celebraban las fiestas patronales.

Imágenes de la pandemia de 1918

Porras explica que otro de los factores que pudieron contribuir a la extensión de la pandemia fueron los jóvenes que realizaban el servicio militar en cuarteles en malas condiciones higiénicas. “Los licenciaron para frenar el problema y lo que consiguieron fue propagar la enfermedad en los lugares de origen de los quintos”, señala.

Según Porras, la situación económica de la España de 1918 contribuyó en gran manera a la elevada mortalidad. “Las condiciones eran muy malas -dice la historiadora de la medicina-. Había problemas para acceder a alimentos básicos como el pan y a productos indispensables en aquel tiempo, como el carbón. Como la gente estaba muy debilitada, el virus lo tuvo más fácil para hacerse letal”. Los hospitales no dieron abasto. “De hecho, la incidencia de la gripe en los diferentes países dependió de la calidad de su sistema de seguridad social”, prosigue Porras. Debe tenerse en cuenta además, insiste Zarzoso, que no había una solución precisa contra la enfermedad: “Se probaron diferentes tipos de sueros y también de vacunas que contenían estreptococos y neumococos de dudosa efectividad”.

Imágenes de la pandemia de 1918

Al margen de la mortalidad y los ingresos hospitalarios, la epidemia tuvo un efecto brutal en la actividad cotidiana, resume la profesora Porras. En muchas zonas se cerraron colegios. En otras se vio alterada la red de suministro de alimento. “El ritmo diario se interrumpió“, sintetiza.

Como conclusiones en el informe indicamos que “… todos los datos parecen relacionar la fosa común detectada, con un episodio de subida drástica de la mortalidad en individuos adultos jóvenes, en al menos varias oleadas y en los que, las medidas de higiene –cal – se empleaban de forma sistemática.  Esto lo parece relacionar el hallazgo con el episodio de Gripe Española de 1918/1919.

Cuando en enero y febrero de este año comencé a ver las imágenes de la gente en China, Italia, Australia…con mascarillas, hospitales desbordados, ciudades en cuarentena, cierre de colegios, limitación de viajes, lo relacioné con las imágenes que había visto en blanco y negro de 1918. La historia cíclica y olvidada de lo que pasó hace ahora cien años; que ellos superaron y que nuestra generación aún no lo ha hecho. 

Por último, para resolver el problema de la fosa abierta en el cementerio y poder completar los trabajos de enterramiento de la tumba, se planteó que: no ampliar los límites de la fosa en ninguno de los límites de profundidad y en los laterales. Además, se tendrán que ceñir a los límites abiertos y proteger los perfiles y el fondo con geotextil, para evitar cualquier contacto entre el relleno estratigráfico y los aportes nuevos. Y reintegrar los cuerpos extraídos de forma accidental de nuevo al depósito.

Desde entonces, no he vuelto a ponerme la ropa con la que trabajé en el interior de la fosa, aquella mañana de diciembre.

Tania Obregón Penis
Juan Ángel Ruiz Sabina
Antonio José Gómez Laguna
Asistencia Técnica de Arqueología del Excmo. Ayto. de Toledo


[1] http://www.entrepiedrasycipreses.com/cementerio-municipal-toledo/

[2] https://www.latribunadetoledo.es/noticia/Z8A1FB4C5-DC72-5ED2-D482ED18E9AF81DA/202003/Toledo-y-la-gripe-espanola-de-1918

[3] https://www.elespanol.com/cultura/historia/20181118/anos-gripe-espanola-millones-muertos-explicados-imagenes/353744626_3.html

 

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