Un liberal en la corte de Moscardó [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 33 D19 Archivo VASIL


Amadeo Roig en una entrevista concedida al diario El Alcázar con motivo de la presentación de la edición facsímil de 1974.

A propósito de nuestra historia más reciente, aún quedan relatos por contar.

Unas veces porque las heridas aún están pendientes de cicatrizar; otras porque, como dice Jaime Peñafiel: “valgo más por lo que callo que por lo que digo”; y otras, las menos, por pudor.

Conocer de primera mano “la historia de un liberal en la corte de Moscardó” me ha permitido tener una visión un tanto especial de los aconteceres de nuestra guerra civil y algunas de las peculiaridades de un grave enfrentamiento bélico entre familias.

Son las 10 de la mañana de un otoño soleado en Almería. Frente a una tostada con tomate y aceite de oliva, compartimos un desayuno andaluz con Julia y Amadeo. Son dos toledanos que decidieron vivir sus días de júbilo en una residencia de la costa española, al abrigo del buen clima mediterráneo.

Nos saludamos como si fuéramos de la familia –porque lo somos- y la conversación transcurre por el tranquilo sendero de la cordialidad.

No han pasado ni quince minutos cuando Amadeo, como cualquier otro abuelo, hace referencia a su presencia activa en el Alcázar de Toledo durante el asedio que convirtió una academia militar en baluarte y símbolo de las tropas vencedoras.

No disparó ni un tiro; pero relata con sumo detalle como preparaba, rotulaba y pasaba a multicopista el periódico “El Alcázar”; aquel “rotativo” que nació para informar y mantener la moral de los asediados.

Jamás pensé que podría conocer aquellos detalles de la historia, tan de cerca. De primera mano y en boca de dos de sus protagonistas.

Julia, la abuela, interrumpe el relato de su marido y, como en las mejores series de televisión, da un cambio radical al guion.

Una de las primeras cabeceras del periódico dibujada por Amadeo durante el asedio.

Me coge del brazo para llamar mi atención y afirma: Ni héroe, ni villano, este se quedó dentro del Alcázar por “olendero”.

No era guardia civil, ni militar, ni falangista; sencillamente se encontraba dentro cuando dieron la orden de cerrar las puertas. Por eso él estaba dentro….. y yo fuera con mis hijos”.

Mientras el abuelo trataba de no mancharse la corbata con el aceite de la tostada, su cara expresaba el sentimiento de quien se siente “al descubierto”.

A su lado, Julia, con el derecho que dan los años a decir la verdad, no paraba de hacernos referencias a la condición liberal de su marido que, sin abandonarla, un 21 de julio de 1936 salió de casa para informarse de lo que estaba pasando en la ciudad y se fue a preguntar al lugar menos indicado en el peor momento. Así quedó atrapado para la historia.

Como cualquier otro “civil” en terreno “militar” y en tiempos de guerra,  Amadeo puso al servicio del Mando sus dotes personales para sobrevivir. En este caso una habilidad gráfica especial que le facilitó integrarse en la defensa de unos valores patrios que, ciertamente, no compartía en su totalidad.

Página de cortesía de la edición facsimil realizada en 1974

Durante aquellos días de resistencia, bombardeos, hambrunas y heroicidades varias, vivía con la esperanza de volver a ver a su familia. Mientras, bajo la consigna de  “obediencia ciega al mando”,  se afanaba en una caligrafía pulcra que no le sacara de la comodidad del local donde se encontraba la multicopista con la que imprimía diariamente el periódico.

Y mientras él trataba de explicarnos la contradicción de su vida a partir de aquellos días del asedio y la posterior salida como “héroes y vencedores”, ella recordaba el sufrimiento por la incertidumbre de las noticias que llegaban del frente.

En casa sabíamos que estaba bien porque reconocíamos su caligrafía en las octavillas que lanzaban desde el Alcázar. Este era el pequeño y gran privilegio de Julia. Pocos podían saber si sus familiares estaban vivos o no; pero ella solo tenía que seguir las noticias en los papeles impresos.

Con solo mirar la caligrafía de aquella propaganda, Julia sabía que Amadeo seguía vivo.

….. y así estuvo casi tres meses, hasta que un 27 de septiembre salieron “los héroes” o “los villanos”, según se cuente.

A partir de ahí la historia es la de muchos supervivientes. “O estás conmigo o estás contra mí”.

El mismo 27 de septiembre de 1936 la autoridad militar nombra una Comisión Gestora Municipal de la que es Secretario Habilitado Amadeo Roig, permaneciendo en el Ayuntamiento de Toledo durante el resto de su vida profesional.

(……. A Julia,  que quiso contarnos la verdad)

En este retrato de grupo, anterior al estallido de la guerra civil, Amadeo Roig (abajo, cuarto por la izquierda) posa mostrando el periódico “El Liberal”. Tas él, de pie, Justo García García que fuera alcalde republicano de Toledo. Fotografía del Archivo Rodríguez – Depósito Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

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Quique J. Silva

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