Síntesis, integración y fusión de las artes en la arquitectura de los 50 (3) [José Rivero Serrano]

De la Síntesis de las Artes a la Integración de las Artes

Integración de las Artes, que llega a adquirir un acento pronunciado y prolongado, que merece un punto y aparte, bajo la definición de Le Corbusier, que pasaría a denominarse ya como Síntesis de las Artes; con un carácter bien diferente, al menos en sus principios declarados. Toda vez, dice Von Mooos, que “una síntesis semejante abarca el conjunto de la civilización maquinista. Su objeto no es el arte o la arquitectura en particular, sino la totalidad del mundo técnico”. Y es aquí, donde es observable la inversión realizada por la propuesta de Le Corbusier, con relación a las pretensiones románticas; a las que le da la vuelta como si de un guante se tratara. De la  Gesamtkunstwerk del romanticismo antimaquinista y antiindustrial, a la Síntesis de las Artes como visión Total del nuevo Maquinismo industrialista. O, en palabras de Mumford: “Hasta que hayamos absorbido las lecciones de la objetividad, impersonalidad, neutralidad, las lecciones del reino mecánico, no podremos seguir por el camino de progreso hacia lo más ricamente orgánico, lo más profundamente humano”[1].

Casabella nº 274. abril 1963.

La idea, pues, de una obra de Arte Global que bajo la dirección de la arquitectura, abarque la pintura, la escultura y otros oficios artísticos, no es más que un aspecto particular del problema de la máquina en el mundo contemporáneo[2]. Siendo, a mi juicio, el problema la idea de la visión de un Arte Totalitario en torno a la Máquina y sus metáforas formales y funcionales. Y también el reconocimiento que formula Cohen a “la interacción que establece entre la industria y las artes visuales será un elemento permanente en la actividad de Jeanneret”[3].

Aunque ese proceso de exaltación maquinista y utopista, de su propia e invertida Gesamtkunstwerk, será posteriormente modificada; pasando de una Síntesis de las Artes Total, a un acomodo posibilista que se produce una vez que, las utopías de las Vanguardias de entreguerras, han sido agujereadas  y destrozadas por la Segunda Mundial.  Como si la  Integración de las Artes, preconizada por la historiografía de los años cincuenta fuera, tardíamente, un aspecto reducido y minorado de la Síntesis de las artes ensayada por Le Corbusier en los años veinte.  Al advertir, en 1948 en las páginas de Unité,  que “la disociación entre las distintas artes ha sido una desgracia para la evolución de la cultura occidental”[4]. Es decir, como si el proyecto primero y vanguardista de la Síntesis de las artes, se hubiera quebrado en el filo de los cincuenta, y se transformara ya en una categoría más reducida y modesta, de alcances exclusivamente plásticos.

Le Poême de l´angle droite. Le Corbusier, 1955

De una realidad global y unitaria de estirpe industrial y maquinista, a un campo reducido y ya más plástico que social. De un problema pues, el de la Arquitectura y su relación con el medio circundante en el mundo contemporáneo, que ya arrancaría en el primer número de L´Esprit Nouveau, al plantearse. “Hay un Espíritu Nuevo, es un espíritu de construcción y de síntesis guiado por una concepción clara[5]. Espíritu de Síntesis, como expresión de esa voluntad unitaria en los años veinte,  que se acrecentaría en la segunda posguerra europea al tiempo que se matizaría su proclamación empírica. Y que no se detendría en la visión tradicional y sostenida de la  Integración de las Artes como taller de trabajo colectivo y artesanal, sino que “se orientará de nuevo hacia el dominio de las artes plásticas”.

Síntesis decantada y final visible en Le Poéme de l´angle droite, como “recapitulación de su pensamiento y de sus ideas en torno a la creación artística y arquitectónica”[6]. Pero también como muestra de “su adiós definitivo a los sueños”[7]. A juicio de Stanislaus Von Moos, la explicación de esta modificación reductiva era fácil de entender, toda vez que ese era “el ideal de un arquitecto, no de un constructor o de un sociólogo. De un arquitecto para el cual dibujo pintura y escultura desempeñan un papel primordial como laboratorio de toda experiencia visual”[8].

Convento de Santa María de La Tourette, Éveux.

Pero no deja de ser sintomático el desplazamiento sufrido por el concepto de Síntesis de las Artes, que pasaría de ser una visión total de la civilización industrial y maquinista, a una fragmentación referida al hermanamiento de sus ámbitos visuales y plásticos.  Junto a todo ello, y por aproximación al fin que nos interesa, conviene retener toda la secuencia exploratoria derivada de la experiencia del Arte Religioso de la posguerra europea, y particularmente en el caso de Le Corbusier,  sus colaboraciones con la orden de los dominicos, con Couturier y Régamey al frente[9]. Pero también vinculando dicho movimiento al debate abierto, que “ya en 1943, cuando parecía inminente la exigencia de redefinir la relación arte-arquitectura en la reconstrucción material y moral del mundo”[10]. Debate de esas fechas, ejemplificado en el caso de Couturier y su publicación de 1942 ‘Arte y catolicismo’[11] en donde hay una búsqueda más próxima al mundo de la fe que al de la renovación plástica derivada de la reconstrucción europea. También los comentarios de Albert Mousset dan cuenta de esa situación: “En la decoración de las iglesias es donde se plantea sobre todo el problema de las nuevas estéticas. En ese aspecto, es ilimitado el campo de las iniciativas, en la medida en que el arquitecto cristiano permanece en comunión con las minorías selectas del mundo creyente y en que traduce las exigencias espirituales de las mismas”[12]. Aunque, seguidamente, llegue a advertir a propósito de la Exposición de Arte Cristiano, organizada por el padre Morel en París:” Obras creadas por pintores que están considerados como algunos de los mejores de la escuela francesa: Georges Rouault, Georges Braque, Pierre Bonnard, Henri Laurens. Esas obras, destinadas a iglesias, se inspiran en el principio de que una pintura no es religiosa ni por su tema ni por su técnica, sino por su espíritu”[13].

Le Corbusier, estudio de la capilla de Notre-Dame-du-Haut de Ronchamp, 1950-1955.

De una reconstrucción material y moral, producida en la posguerra europea, que generaría nuevos planteamientos formales, calificados como “mutación radical, virtuosismo arbitrario o mutación ideológica”[14], en palabras de Argan. Y es que “La revolución plástica de Ronchamp, que deja pasmados a sus seguidores y discípulos, coincide con el encuentro entre Le Corbusier y la arquitectura sacra. Sus programas le dan en la posguerra el pretexto para meditar sobre el espacio habitado por el hombre entre el cielo y la tierra”[15]. Colaboraciones activas en 1943, cuyos precedentes se ubican ya en 1918, con los contactos entre Couturier y Maurice Denis, y más tarde con el movimiento del Taller de Arte Sacro o con las posiciones de intelectuales católicos, como Claudel y Maritain[16].

Ámbito este del arte sacro o arte religioso, en donde la Síntesis de las Artes, preconizada desde 1920-1925, sería en parte más ya un Ejercicio de Retaguardia que un Programa de Vanguardia; pese a la incorporación de hombres próximos a ella, tales como Mattise, Léger, Braque o Lipchitz. Vinculados todos ellos a las ideas comunes de Síntesis de las Artes.  Aunque ahora, y perdida la componente transformadora, el concepto revisado de Integración de las Artes, sería más una propuesta de apertura pastoral a las nuevas corrientes expresivas que una reescritura de sus fundamentos maquinistas. Bastaría para ello citar el encontronazo sostenido por el mismo Le Corbusier con su proyecto de Sainte Baume, al quedar rechazado por la jerarquía católica en 1948. De tal suerte que “en 1950, Le Corbusier rechaza el encargo sobre la capilla de Ronchamp, declarando que no quería trabajar más para una institución muerta”[17]. Al margen del desencuentro, los posteriores trabajos de Ronchamp o de La Tourette, vuelven a resituar el concepto de la espacialidad sacra, para “elaborar un templo de las artes, en medio de un mundo en desorden”[18].

Interior de la capilla Notre Dame du Haut, Le Corbusier.

Ese proceso era ya más “un programa de restauración de las artes tradicionales frente al asalto desencadenado por otros elementos visuales de nuestra civilización: anuncios, propaganda, circulación”[19]; pero también un programa religioso y espiritual que revisaba otro programa laico y material. De la reivindicación, por ello, de las nuevas formas industriales y maquinistas de 1920, a la defensa de ciertas formas visuales tradicionales de 1949. Más aún, las palabras de Le Corbusier a propósito de la capilla de Ronchamp, no dejan lugar a dudas de la inflexión señalada: “La arquitectura es la Síntesis de las artes mayores. La arquitectura es forma, volumen, color, acústica, música”. Un carácter total o sintetizador, que permitiría entender a Ronchamp como “una especie de escultura gigantesca, quizás la apoteosis, pero no la quintaesencia de la Síntesis[20].

Estas serían pues las posiciones centrales de las lecturas posibles sostenidas en torno al difundido concepto integrado. La Síntesis de las Artes, entendida como Obra de Arte Total o  Gesamtkunstwerk, dentro del laboratorio de totalidad del diseño bahausiano; o la Integración de las Artes, como laboratorio visual y como banco de ensayos de la propia Arquitectura, de la mano del Le Corbusier de los años cincuenta. En una reducción advertida del Orden global al criterio de interacción plástica. Interacción, que en algún momento es ya denominada como armonía y como espacio indecible, que “ ya no es un espacio matemáticamente controlable con los instrumentos confortadores de la geometría, la perspectiva y la proporción, sino que incluye algo no mensurable, inefable, que lo emparentaría con la experiencia de lo sagrado[21].

José Rivero Serrano, arquitecto

[1] MUMFORD L. Asimilación de la máquina. Op. Cit. Página 140.

[2] VON MOOS S. Le Corbusier. Lumen, Barcelona, 1977. Página 328.

[3] COHEN J.L. Le Corbusier. Taschen, Colonia, 2006. Página 7.

[4] CALATRAVA J.  Le Corbusier y Le Poéme de l´angle droite: Un poema habitable, una casa poética. En Le Corbusier y la síntesis de las artes. El Poema del ángulo recto. Circulo de Bellas Artes, Madrid, 2006. Página 15.

[5] VON MOOS S. Le Corbusier. Op. Cit. Página 327.

[6]  CALATRAVA J.  Le Corbusier y Le Poéme de l´angle droite: Un poema habitable, una casa poética. Op. Cit. Página 10.

[7] Ibídem. Página 12.

[8] VON MOOS S. Le Corbusier. Op. Cit. Página 328.

[9] GRESLERI G. Le Corbusier: itinéraires du sacré. En Le Corbusier. Le symbolique, le sacré, la spiritualité. Editions La Villete, Paris, 2004. Páginas 13-25.

COUTURIER A.M. Arte y catolicismo. Editorial Difusión, Santiago de Chile, 1942.

[10] CALATRAVA J.  Le Corbusier y Le Poéme de l´angle droite: Un poema habitable, una casa poética. Op. cit. Página 13.

[11] COUTURIER A.M. Arte y catolicismo. Op. Cit.

 

[12] MOUSSET A. La reconstrucción de edificios religiosos en Francia. “Reconstrucción” nº 65, VII, 1946. Páginas 259-264.

[13] Ibídem. Página 264.

[14] CRESTI C. Le Corbusier: La capilla de Ronchamp. Albaicín/Sadea, Granada, 1969. Página 6.

[15] COHEN J.L. Le Corbusier.Op.cit. Página 65.

[16] GRESLERI G. Le Corbusier: itinéraires du sacré. Op. cit. Páginas 19 y 20.

[17] SAMUEL F. La cité orphique de la Sainte Baume. En Le Corbusier. Le symbolique, le sacré, la spiritualité. Editions La Villete, Paris, 2004. Páginas 121-137.

[18] VON MOOOS S. Op. Cit. Página 329.

[19] Ídem.

[20] VON MOOOS S. Op. Cit. Página 329.

[21] CALATRAVA J.  Le Corbusier y Le Poéme de l´angle droite: Un poema habitable, una casa poética. Op. cit. Página 15.

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