Roberto Polo, el pirata filántropo en la isla desierta [José Ramón de la Cal]

“Le faux miroir”, René Magritte, MoMA. Esta obra no pertenece a la colección Polo

De las historias de aventuras de corsarios y bucaneros lo que siempre me fascinó fue por qué los piratas siempre abandonaban sus tesoros escondidos en una isla perdida, para que fuera otro el que los rescatara del olvido y alcanzara la gloria. Después de tanto esfuerzo de rapiña, de tanta sangre y padecimientos, de tanto valiente sacrificado caminando con los ojos vendados por el tablón de la cubierta del barco, de tantos cañonazos, engaños, mentiras, después de tanta crueldad, abandonar el tesoro sin provecho alguno, dejándolo a la suerte de un mapa que otro quisiera descifrar. ¡Qué inutilidad!

Roberto Polo bautizado por la crítica como The Eye, bien podría haber sido el Jim Hawkins de La Isla del tesoro de Stevenson. Todas las historias de piratas se cocinan con los mismos ingredientes: un mapa enigmático, lugares exóticos y olvidados, sueños de riqueza, lealtades y traiciones, hombres honrados y malos malísimos, villanos y filibusteros, la valentía y la codicia, las inesperadas tormentas y huracanes, el loro impertinente, los monstruos marinos, las seductoras sirenas, caballeros y doncellas, y sobre todo la emoción del viaje hacia lo desconocido; la aventura en búsqueda de tesoros perdidos con las velas a sotavento hacia donde el mágico ojo de la brújula señala.

La aventura de La isla del tesoro gira entorno al viaje para descubrir el legendario tesoro del capitán Flint, enterrado en una isla perdida del Mar de las Antillas. Una tripulación de leales y bribones traidores gobernada por John Silver el Largo, se embarca en La Hispaniola a sabiendas de que arriesgan su pellejo, y lo hacen solo por el vil dinero. El intrépido Jim Hawkins, después de haber superado mil adversidades y traiciones, llega a la gruta donde está el colosal botín, una fortuna relumbrante reunida sin escrúpulos por los corsarios. Y es aquí, en el final, donde la historia vira inesperadamente. Jim embala los tesoros para llevárselos -quizás a otra isla más segura-, y ya suya la fortuna muestra una indiferencia inconcebible por el valor material de las monedas:

“Era una colección muy extraña; en lo tocante a la variedad de monedas era como el tesoro de Billy Bones, pero era mucho más grande y mucho más variado, y creo que pocas veces he tenido mayor placer que el que me proporcionó la clasificación de aquellas monedas. Inglesas, francesas, españolas, portuguesas, del rey Jorge, Luises, doblones, y guineas de a dos, moidores y cequíes, retratos de todos los monarcas europeos durante los últimos cien años, raras monedas orientales que mostraban extraños haces de cuerdas o trozos de tela de araña, monedas redondas y cuadradas, monedas con un agujero en medio, como para llevarlas colgadas al cuello; todas las monedas del mundo, según creo, estaban reprsentadas en aquella colección; en cuanto al número, eran como las hojas de otoño, de modo que me dolía la espalda de tanto agacharme y me dolían los dedos de manipularlas para contarlas” (XXXIV, pp. 308-309)

A diferencia de los ignorantes bucaneros de la tripulación, ciegos por la paranoia del poder superfluo del dinero, Jim observa aquellas piezas de plata y oro con el asombro de un numismático, de un coleccionista, sin ningún interés económico, y se entretiene en catalogar las monedas, fascinado por la diversidad de caras y por la extrañeza de los dibujos grabados, las observa como si entendiera de un golpe la historia reciente del viejo continente. Es la curiosidad y el valor intangible de poder comprender al hombre y su historia a través de la cultura grabada en las monedas de diferentes reinos. Vacunado por el conocimiento contra la fiebre del oro, Jim en las líneas finales confiesa no sentir pena alguna por los lingotes que aún quedan sepultados en la isla y nos regala una lección:

“Por lo que yo sé, los lingotes de plata y las armas están todavía donde Flint los dejó, bajo tierra; por mí ahí pueden seguir. Ni arrastrado por una yunta de bueyes me llevarían de regreso a la maldita isla” (XXXIV, p.314)

Dudo que a Roberto Polo le “gusten los museos”, la suya es una colección “impura” a contracorriente de la historia del arte contada y aceptada, que matiza el club exclusivo de los artistas subidos al Olimpo por la crítica. Su colección hace una lectura personal de las vanguardias, cuestiona el relato unidireccional de la historia “académica” del arte y nos provoca descubriendo talentos ocultos que permanecían ignorados. Además de los reconocidos: Delacroix, Schlemmer, Moholy-Nagy, Daumier, Max Ernst, Flouquet, Kandinsky, El Lissitzky, Van de Velde, Rietveld, Eilen Gray, y otros muchos; nos relata como Paul Jones con su Dada Objectse anticipa a Duchamp, como Karl Schmidt-Rottluff  hace abstracción antes de Wassily Kandinsky, como un ensamblaje de Marc Eemans, precede al surealismo de René Magritte, o nos muestra mobiliario de tubo anterior a silla Wassily que desarrollaría Marcel Breuer en la Bauhaus. La obra de Polo es provocadora e incomoda, como el auténtico arte. Polo es un caza tesoros, que a través de su colección explica el avance cultural que supusieron las vanguardias europeas, poniendo en duda o al menos corrigiendo matices del origen del arte del siglo XX, hoy explicado solo en términos de mercado, esa es su mejor tasación.

En realidad, es la actitud contemporánea con la que Marcel Duchamp dio un vuelco al mundo del arte, al afirmar: “Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros”, a lo que Joseph Beuys añadiría: “Todo ser humano es un artista”, al menos de la construcción de sí mismo. La colección Polo es una mirada personal sobre el arte de vanguardia desde su origen hasta nuestros días que viene a llenar un vacío cultural en Toledo, que continua el relato de la ciudad y la emparenta de nuevo con los viajeros alemanes que a principios de siglo XX redescubrieron también al Greco poniéndolo en el centro de la vanguardia expresionista alemana, en la cuna del Der Balue Reiter, dónde cuajó la modernidad como ideario de un mundo nuevo, ese fue su gran valor, no la conquista de un mercado sin escrúpulos.

Como en las buenas historias de piratas, una vez descubierto el tesoro hay que partir a la búsqueda de otras aventuras, lo pueril es el valor del dinero, lo fascinante, el verdadero botín, es lo descubierto en el viaje, que por ahora permanecerá custodiado en esta isla, hasta ahora desierta de contemporaneidad, que es la también “impura” Toledo.

José Ramón de la Cal, Dr. Arquitecto

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9 Comments

  • Con el planteamiento de la Colección Roberto Polo (véase La Tribuna del pasado 3 de marzo y la amplia entrevista dedicada en doble página, al mecenas cubano-americano) en determinados espacios de Toledo y de Cuenca, se está hurtando por parte de los responsables políticos de la Cultura regional, particularmente Felpeto y Carrascosa, Consejero y Director General de Cultura respectivamente, el debate sobre la posible constitución de un Centro Regional de Arte contemporáneo.

    Y se está hurtando porque se están dando por buenas las condiciones producidas desde una cesión particular avalada con documento notarial, para ser exhibida como Colección de Arte Contemporáneo. Nada que objetar si es eso: una propuesta particular de exhibición altruista (¿…?). Otra cosa será la pretensión de dotar de dimensión institucional y pública a la citada muestra publicitada en exceso, pero escasamente debatida y analizada con los actores, agentes y responsables de las Artes plásticas regionales.

    Sin tener en cuenta, además, el propio trayecto realizado por la misma Consejería de Cultura en las adquisiciones diversas, verificadas desde principios de los años noventa, para constituir una Sala de Arte Contemporáneo. Como se llegó a denominar a la muestra del Museo Provincial de Ciudad Real de 1999, en la edición del correspondiente catálogo, como carta de presentación de un nuevo proyecto museístico.

    De igual forma que se eluden las líneas trazadas en el año 2000 con la exposición Memoria y Modernidad. Artes y artistas de Castilla-La Mancha del siglo XX, que parecía abrir un trayecto para los fines que comentamos: producir un espacio y un contexto específico para el Arte Contemporáneo.

    Circunstancias que nuevamente, vuelven a plantearse en 2007 con la exposición itinerante Referentes. Arte español contemporáneo en los museos y colecciones de Castilla-La Mancha. Por no citar algunos trayectos expositivos que tuvieron, desde 1983 con Benjamín Palencia surrealista hasta 1999 con Gabriel García Maroto, con la muestra de El Grupo el Paso en 2008 y con la pretensión del Museo de Arte realista de Albacete de 2014, la finalidad de indagar en los creadores de vanguardia de Castilla-La Mancha. Y ese debe ser el cometido de una colección de Arte Contemporáneo en Castilla-La Mancha. Junto a ello, los dos Prietos (Gregorio y Miguel), Alberto Sánchez, Francisco Carretero, Nieva, López García, José Luís Sánchez, Francisco Sobrino, el Grupo Tolmo, Pepe Ortega o Rafael Canogar, son nombres imprescindibles en ese relato de las artes plásticas regionales, pero que no se verán en la Colección Roberto Polo. Todo un error de calado y de concepto, que no puede ser avalado desde las instancias oficiales.

    • José Ramón de la Cal

      Imposible no estar de acuerdo con lo que expones. El arte “local”, incluida la arquitectura, no interesan a nivel institucional, son incómodos.
      Tan imposible como no reconocer la calidad de la colección Polo y el vacío que llena. Esperemos que ésta sea al menos el origen de un cambio de rumbo.

  • Antonio Illán

    Yo me la leí con mi nieto este verano.
    Para entender tu texto necesito que me aclares la comparación. ¿Lo de pirata es metáfora o no?

  • norberto dotor

    Hay cosas que no se deberían aceptar y, por supuesto, deberían ser objeto de profundo debate. La dichosa colección Polo viene recibiendo numerosas críticas de corte adverso ante la inacción de la Consejería de Cultura de Castilla La Mancha que, sin embargo, tiene abandonado el sector de las Artes Plásticas y, visto lo visto, manifiesta un excesivo interés al respecto (mal encauzado desde mi punto de vista) en las provincias de Cuenca y Toledo en detrimentos de las tres restantes aunque, si bien es cierto, con actividades que ponen de manifiesto un absoluto desprecio por el Arte y las Vanguardias de la tierra. Querer promocionar el turismo con estos programas es una terrible confusión. Craso error, porque la Cultura es un servicio que se ha de ofrecer a la ciudadanía y no un pretexto para otras cuestiones que, además, en este caso, tiene sospechosos tintes electoralistas. Falta cordura y falta interés porque, una vez más, la falta del mismo por lo que acaece en la Comunidad nos ha traído a una situación de abandono que da pena.

    • El abandono del arte local, del arte próximo, del que hace cultura desde abajo, del sembrado en la propia tierra, es más que evidente.
      Lo cuál no justifica el no reconocimiento de la indiscutible calidad de la colección Polo.

  • José Antonio Marín Jimenez-Ridruejo

    Dos palabras que me sacan de cualquier otra cavilación, preocupación e incluso me quitan el sueño: ARTE CONTEMPORÁNEO.

    ¿ARTE?
    “Son los que leen los que construyen las historias”
    ¿Son los que escuchan los que componen la música?
    ¿Son los que sueñan los que hacen la poesía?
    ¿Son los que observan los que hacen la pintura?
    Arte es algo muy dificil de definir, al menos para la gente sencilla como yo. Solo un punto menos dificil es definir la Manifestación Artística. (Yo tampoco puedo)

    ¿CONTEMPORÁNEO?
    Esto ya es (aparentememte) mas sencillo. Para mi sería todo lo posterior a 1943, pero esto no solo es arbitrario sino súmamente pretencioso. (El Hombre es la medida de todas las cosas, pero se trata del Hombre, no de este hombre, el abajo firmante)
    Entonces, ¿lo dejamos en cien años? Eso obligaría a variar la contemporaneidad todos los primeros de Enero, no parece lógico. Pongamos pues una fecha por consenso, y démosla por buena aunque no estemos ninguno completamente de acuerdo.

    Lo malo, o mejor, lo que complica todo es asociar CONTEMPORÁNEO con MODERNO.
    Rafael Canogar, Antonio Lopez y Ferrer-Dalmau son indudablemente contemporáneos, pero,
    ¿son modernos? e incluso, ¿que define la modernidad en el Arte?.
    Ya me gustaría que alguien me iluminara sobre todo esto.

    Y pido perdón por la pequeña trampa (cosa de filibustero)que puse al principio. Yo si creo que los que sueñan hacen la poesía, que solo los que sueñan son capaces de hacer poesía, y que la poesía hace soñar. Ojala pudiera estar tan seguro de otras cosas como de estas..

    • Interesante reflexión.
      Moderno y contemporáneo son dos conceptos relacionados con el tiempo, sobre todo cuando se refieren al arte, por lo que cualquier foto fija de ellos sería discutible.
      En mi opinión y simplificando, “moderno” es el que mira hacia adelante, hacia el futuro; el que quiere avanzar en el proyecto humano. “Contemporáneo” es el que es de su tiempo, del que le ha tocado vivir.
      Como artistas, Canogar y Antonio López, aún soñando mundos diferentes, son artistas modernos y contemporáneos.
      En cambio Ferrer-Dalmau, que no pasa de ser un notable ilustrador, es “antiguo” y “anacrónico”.

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