Proyecto de iglesia en la nueva urbanización de la Vega Baja de Toledo. [Diego Peris Sánchez]

Arístides Fernández Vallespín había publicado en la revista Reconstrucción sus Orientaciones sobre la reconstrucción de Toledo. En su artículo Pasado y presente de Toledo, presentaba el proyecto de viviendas en la Vega Baja y en el titulado Resurrección de la plaza de Zocodover el proyecto de remodelación de ese espacio urbano. Itinerario nocturno a través de la vieja ciudad recordaba a Azorín: “en la vieja ciudad se lucha bravamente contra el tiempo”. Y en su artículo sobre la reconstrucción del gobierno civil en la plaza de Zocodover destacaba cómo el edificio construido tenía no sólo solidez, sino carácter que armonizaba con el resto de la plaza. Cuando García Vallejo escribía sobre las nuevas edificaciones de la Vega Baja en la revista Reconstrucción, en mayo de 1951, Arístides Fernández Vallespín había fallecido.

El Archivo Municipal de Toledo ha incorporado a su página web diferentes artículos de Arístides Fernández Vallespín hablando de la reconstrucción de Toledo después de la guerra civil y de algunos de sus proyectos o trabajos de restauración (Revista Reconstrucción). El proyecto de iglesia en la Vega Baja de Toledo que aparece en la Revista Nacional de Arquitectura añade una imagen de la mentalidad de proyectos del momento y de las actuaciones de Arístides Fernández Vallespín en Toledo[1].

La formación de un nuevo núcleo urbano en la Vega Baja de Toledo, iniciado con la construcción de tres bloques de viviendas, que fue acometido por la Dirección General de Regiones Devastadas, en su gran labor realizada en toda España, dio como resultado el desplazamiento de numerosas familias, que, dejando las oscuras y pintorescas callejas de la ciudad, fueron a acogerse a un medio más salubre, desde el cual se divisa el bellísimo panorama de Toledo encaramado en sus colinas”. Así comenzaba el artículo que los arquitectos Arístides Fernández Vallespín y Esteban Riera Estrada firmaban en la Revista Nacional de Arquitectura en su número de enero de 1948.Los planos que acompañan a estas líneas fueron proyectados en la necesidad de que los habitantes del nuevo barrio pudieran satisfacer sus necesidades espirituales sin grandes desplazamientos, formándose un conjunto con la iglesia, edificios dedicados a la enseñanza y algunas oficinas públicas situadas en la plaza cuyo fondo lo ocupaba la iglesia. Diversas circunstancias, principalmente de carácter económico, impidieron la realización de esta obra cuyos planos se presentaban en la publicación”. Una iglesia de 50 metros de largo incluyendo el pórtico y el ábside y 22 metros en el crucero.

La perspectiva que acompañaba al artículo en su comienzo, con el espacio interior entre los bloques de viviendas plantea esa imagen clásica de jardines y zonas ordenadas para servir de pórtico a la iglesia que cerraba la perspectiva del conjunto.

La planta tiene tres naves, mayor la central que las dos laterales, cuatro tramos y crucero con cúpula. A ambos lados del ábside se situaba la sacristía y el despacho parroquial. En el acceso, en el lado izquierdo la pila bautismal y en el derecho una escalera para subir al coro, “desde donde se pasa a la terraza situada encima del pórtico y desde donde (con perfecta visibilidad en las grandes solemnidades) las autoridades eclesiásticas podrán fácilmente dirigir la palabra al pueblo congregado en la plaza”. Tanto en la perspectiva de la zona delantera como en la sección longitudinal se hacen visibles esta voluntad monumental de referencias a la ciudad como ámbito de visión del edificio religioso y de la misma como espacio desde el que se controla lo urbano para hacer que el edificio religioso sea el lugar de los discursos ante el pueblo congregado. Una visión monumentalista llevada a su extremo en la concepción del proyecto que se acentúa con la posición elevada y las escalinatas de acceso al pórtico del templo.

El desnivel del terreno obligó a situar escalinatas lateralmente, teniendo, en su parte posterior, una espadaña y una fuente con vistas a la carretera de Ávila. El proyecto se piensa con materiales modestos exceptuando el pórtico de piedra y el pavimento de mosaico. El resto de fábrica de ladrillo y el interior acabado en yeso.  “En cuanto al estilo empleado no nos apartamos de un clasicismo con algunas concesiones al barroco”. La sección deja ver las molduras horizontales dividiendo los dos cuerpos de la altura proyectada y los diferentes elementos, púlpito, puertas de acceso a zonas de sacristía, ornamentación de la cúpula… Todo un ejercicio de clasicismo que contrasta con la sobriedad de la ejecución de las viviendas realizadas en la zona que conformaban el ámbito monumental que quería definir la presencia de la iglesia.

Diego Peris, doctor arquitecto.

El autor preside actualmente la Fundación Miguel Fisac

[1] Fernández Vallespín tiene otro hermano también arquitecto, Ricardo Fernández Vallespín, íntimamente vinculado al Opus Dei que realizó numerosas obras para el CSIC en Madrid.

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