Diego Ortiz, maestro tolletano. [José María Martínez Arias]

El Greco. La Anunciación (detalle), 1597-1600. Museo del Prado. Los ángeles llevan una flauta dulce, un arpa gótica, un laúd, un virginal y una viola da gamba.

La alquimia del sonido

La creación musical española ha dado grandes figuras en el campo de la composición, cuya edad de oro aconteció entre los siglos XV y XVI. Podríamos citar una larga cronología de autores de renombre donde Luis de Narváez, Juan Vásquez, Cristóbal de Morales, Antonio de Cabezón, Francisco Correa de Arauxo son algunos de ellos. Estos compositores a través de obras litúrgicas o profanas, hicieron de las tierras españolas, uno de los mayores referentes en cuanto a la creación musical, a la altura de la que se producía en las regiones francoflamencas o italianas.

Durante  este periodo floreciente de arte y ciencia, la visión ante nuevas percepciones genera también en la música litúrgica un nuevo modelo en oposición a todo lo mundano. El culto divino será el verdadero motor y mecenas de la creación musical y se busca por tanto una nuevo vínculo con la divinidad a través de las nuevas formas musicales. Será el Papa Médici, Pio IV quien abordará una nueva reglamentación de la polifonía a partir de Trento (1545-1565). Se produce una reducción la amplitud de las formaciones mediante una simplificación de las partituras  y un mayor fomento de la música del canto llano. La búsqueda de una sencillez que rememora el canto gregoriano en la composición renacentista será la regla que defina la composición  durante todo este periodo.

Si en Italia, la desbordante polifonía hubo de ser moderada en pos de una mayor austeridad compositiva que permitiera captar la esencia de la espiritualidad, en España la música por su características propias, ya conservaba las formas exigidas por el concilio. Durante los reinados de Carlos V  y Felipe II,  se producirá el auge de la polifonía vocal en España, rescatando los ecos gregorianos de la música medieval; De hecho la polifonía vocal se basaba bien en temas populares de aquel momento o reinterpretando temas de los antiguos cancioneros medievales. Una de las formas más desarrolladas sería el motete, que en aquel momento consistía en la introducción de  voces “organales”, es decir, una voz ejecutada a la 8ª, 5ª ó 4ª sobre un canto dado.

Puesto que la polifonía vocal constituía la base de toda creación musical, la música instrumental  constituía una adaptación análoga de la vocal, por lo que  sería años después cuando  ésta cobraría fuerza  y autonomía. Tientos, diferencias o fantasías eran las formas instrumentales más frecuentes, las cuales se ornamentaban con la glosa, que no constituía una forma propia, sino más bien un recurso musical para ser adaptada a otras obras. Los grandes genios de Europa, España y especialmente Toledo, lograron la más sublime interpretación a partir del nuevo sistema musical.

Los mayores exponentes de la polifonía  española se mantenían entre la tendencia italiana y la francoflamenca, resumida en los nombre de dos maestros: Palestrina y Orlando di Lasso respectivamente. Adeptos españoles como Tomás Luis de Victoria, quien se formó en Roma y llegaría a ser maestro de capilla del Seminario, ocupando así el puesto de Palestrina. El sevillano Cristóbal de Morales también continuó su formación como cantor en la Capilla Sixtina, para después ocupar el cargo de maestro de capilla de la Catedral Primada de Toledo. También Antonio de Cabezón, el ciego organista burgalés llegó a ser maestro de la capilla real de Felipe II. Si Antonio de Cabezón destacó en el órgano, Luis de Narváez lo haría en el arte de tañer la vihuela y con este instrumento preferente en la música española,  aportará sus famosas Diferencias sobre Condes Claros y Guárdame las vacas  como lo hará también Miguel de Fuenllana sobre el célebre villancico De los álamos vengo.

Sería en Toledo, Cabeza del Imperio, donde en medio de este prolífico contexto musical, se acuñaría la procedencia de uno de los  maestros de la polifonía renacentista: Diego Ortiz. Incuestionablemente podríamos colocarlo en la tríada del arte toledano del siglo XVI, un arte acotado entre la arquitectura de Alonso de Covarrubias, la pintura del Greco y la música de Ortiz, cuya obra tendría una enorme repercusión, más allá de las tierras de Castilla.

Poco se sabe de la biografía de Ortiz. (c.1510-c.1570)  Su vida aconteció entre la metrópoli castellana y el virreinato de Nápoles. Se sabe que allí fue maestro de la capilla del Gran Duque de Alba, Fernándo Álvarez de Toledo. Más allá de su carencia biográfica, podemos considerar como cumbre su obra más conocida: el Tratado de glosas sobre cláusulas y otros géneros de puntos en la música de violones nuevamente puestos en luz, editado en Roma en 1553. el tratado constituía una base necesaria para la práctica instrumental del siglo XVI. Esta obra fue editada en dos versiones, una en castellano, de la que sólo existe una copia en Berlín, y otra en italiano, de la que se conservan sendas copias en la Biblioteca Nacional de España y en la Biblioteca del Conservatorio de Bolonia. 

El tratado, dividido en dos libros, se considera como la más antigua referencia sobre la disminución improvisada para la viola de gamba u otros instrumentos de arco. El primer libro aporta una gran cantidad de fórmulas, recorriendo todas las posibles “Claúsulas” admitidas por las escalas gregorianas. En el segundo libro se muestran piezas completas dando rienda suela a la improvisación, las denominadas Recercadas.

El resultado, es un extraordinario alarde de técnica y belleza musical, constituyendo uno de los más logrados ejemplos de la variación instrumental. La obra fue escrita para ser tañida con el instrumento más popular en las cortes europeas, la viola da gamba o vihuela de arco junto al clavicémbalo cuyo sonido dotaba a las notas de Ortiz de un carácter sobrio, grave y de gran libertad expresiva. El mismo carácter típicamente castellano está presente en esta obra, a pesar de que Ortiz pasó gran parte de su vida en Italia.

La innovación de este compositor toledano se valora todavía hoy en sus enseñanzas sobre un instrumento que casi llegó a desaparecer en sustitución por el violín (o viola da braccio), de carácter más popular,  no obstante durante los siglos XVI y XVII la vihuela de arco gozó de alto prestigio en los ámbitos palaciegos y cortesanos de toda Europa. En lo que respecta a la música vocal, Ortiz también destacó como teórico en su Liber Primus Himnos, Magnificat, Salves, Motecta, Psalmos aliaque diversa cántica complectens, obra editada en Venecia en 1565 y especialmente dedicada al culto sacro de carácter vocal. 

Ya en los años 70 del siglo XX un joven Jordi Savall, reivindicó el renacer de este instrumento que se encontraba prácticamente en desuso, retomando así el arte de la glosa a partir del tratado del toledano Ortiz tras siglos de olvido. Una música que gracias al interés de quienes la crearon  y la pusieron ante nuestros oídos “nuevamente puestos en luz” como reza el título de la obra, la convierten hoy en patrimonio vivo y todo un deleite sonoro. Enlace a las Recercadas -Diego Ortiz-(Hesperion XXI). Dentro del programa de Folías de España, concierto celebrado en en la Iglesia de Plouaret, dentro del Festival de Música Antigua de Lanvellec.

Jordi Savall tañendo la viola de gamba

José María Martínez Arias, estudiante de arquitectura de la eaT.

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2 Comments

  • Al

    En realidad no hay ninguna prueba de que fuese nacido en Toledo. El “Toletanus” que aparece en el tratado de glosas no demuestra nada, porque en la época ese gentilicio hacía referencia no sólo a la ciudad sino a todo el arzobispado.

    • José María

      Estimado lector;

      Cierto es que ante la ausencia de datos biográficos sobre la procedencia natal de Ortiz, el apelativo “Toletano” supone una interpretación que pretende aproximarse al contexto musical español del siglo XVI, donde Toledo, todavía capital de los reinos y su Catedral, (junto con otras como Sevilla o León) eran los verdaderos centros de la creación musical.

      Si bien y de manera igualmente supuesta, aparece como nacido en Toledo y fallecido en Nápoles en gran parte de los textos que se pueden consultar sobre Ortiz. También se ha vinculado este apelativo con el de su patrocinador, el III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, cuyo virreinato entre 1556-1558 nos haría dudar de tal suposición si tenemos en cuenta que el tratado de Ortiz se imprimió en Roma tres años antes…

      Como en los dos casos comparados, ni el Greco ni Covarrubias (vecino de Torrijos) eran nativos de Toledo, pero es incuestionable que su obra se vincula a esta ciudad de manera muy directa.

      Sea cual fuere la legítima procedencia de Ortiz, su obra creo, nos coloca a todos en la misma opinión, una música netamente castellana, incluso con cierto arabismo derivado de la influencia musulmana que tan presente está en otras manifestaciones artísticas de la misma época.

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