DE VIKINGO A VIKINGA. La lectura patriarcal del registro arqueológico [Jorge Morín]

Vikinga guerrera.

El éxito de la serie Vikings, una coproducción entre Canada e Irlanda, creada por Michael Hirst para The History Channel, nos ha mostrado la visibilidad de la mujer nórdica en la Alta Edad Media, no sólo en su participación en todos los procesos del ciclo vital en Escandinavia, sino también su participación en las expediciones de saqueo a las costas inglesas. Estas imágenes de mujeres guerreras despertaron cierto escepticismo entre los “especialistas” que negaban la participación de las vikingas en combate y veían estas imágenes como una frivolidad de la serie o una lectura en clave contemporánea. Sin embargo, la arqueología ya había demostrado hacía tiempo la presencia de armas en tumbas femeninas.

Sin embargo, la arqueología vikinga ha ido mucho más allá en la lectura no patriarcal de un registro aséptico como es el arqueológico, demostrando que la mujer vikinga no sólo participada en los combates, sino que ejerció el liderazgo de los contingentes humanos -mujeres y hombres-. En el siglo XIX el arqueólogo sueco Hjalmar Stolpe excavó en Birka -Suecia- una tumba principal en la que se localizó un esqueleto, junto a dos caballos, y armas. La lectura se realizó en clave patriarcal y se interpretó como el cuerpo de un guerrero. Recientemente, la osteóloga Anna Anna Kjellström, de la Universidad de Estocolmo, observó que los restos óseos presentaban rasgos femeninos -pómulos, caderas, etc.-. Las Universidades de Upsala y Estocolmo realizaron las pruebas de ADN que ha confirmado que los restos pertenecían a una mujer y que Kjellström tenía razón y no Stolpe.

El enterramiento se realizó en el siglo X y se corresponde con una mujer de unos 30 años y de 1,70 metros de altura. El ajuar es el habitual en un jefe con espada, hacha, lanza, flechas perforantes, cuchillo y escudo, así como dos caballos, una yegua y un semental. Además, de un Hnefatafl, el juego de mesa de los vikingos, La lectura actual del enterramiento, que no se ha realizado desde perspectivas patriarcales, sino objetivas, es la de que nos encontramos ante una líder guerrera, como lo muestran las armas y caballos. Además, la presencia del juego de mesa muestra su capacidad para el diseño de la estrategia, una evidencia de la participación de la mujer en combate y de su liderazgo al frente de contingentes armados. La revisión del enterramiento fue publicado en Journal of Physical Anthropology, con el título “A female Viking warrior confirmed by genomics”.

 

En nuestro país sigue siendo habitual la lectura en clave patriarcal de estos contextos funerarios de todas las épocas y las revisiones de los conjuntos antiguos han sido escasas. Esta lectura patriarcal intenta quitar o restar protagonismo continuamente a las mujeres en los procesos de liderazgo y las relega sistemáticamente a su papel de madres o labores de la vida doméstica, construyendo tópicos y siguiendo el hilo de las fuentes históricas, cuando precisamente nuestra disciplina debería servir para destruir esos tópicos y romper con la visión patriarcal y elitista de las fuentes escritas. Un ejemplo de ello es la dama de Baza. Delante del retrato estaba la panoplia de un guerrero, lo que llevo a la lectura tópica de estar ante el enterramiento de líder masculino. Los restos óseos conservado demuestran que se trata de una mujer…la historia parece repetirse. Sin embargo, a los arqueólogos españoles parece que le cuesta digerir la posibilidad de encontrarnos ante una mujer que lidera a un grupo humano y se recurre las posibilidades de reina sacerdotisa; que las armas sean simples ofrendas, etc.

Todos seguimos cayendo una y otra vez en este viciado esquema mental, independientemente del período que nos ocupemos. Recientemente, la Dra. Amalia Pérez-Juez Gil hacia una lectura crítica de nuestra visión del yacimiento de Casas de Murcia, la primera excavación de la Guerra Civil española, que hicimos en clave patriarcal, a pesar de que las evidencias materiales no marcaban el género de los combatientes y que la presencia de las mujeres republicanas en primera línea de combate se produce hasta el final de la guerra, pese a que se hagan lecturas histórica y arqueológicas que niegan esta realidad incontestable. Las mujeres no sólo combaten en el frente, sino que alcanzan un rango elevado en el ejército republicano. El problema es que no hemos sido capaces de poner nombre y grado a esas mujeres, afortunadamente esta situación se está invirtiendo en la actualidad.

 

Como arqueólogo especializado en la Antigüedad Tardía asisto con sonrojo a la invisibilidad continua de las mujeres de este período y no porque estás no existan en las fuentes, sino porque seguimos haciendo una lectura patriarcal de sus figuras. Mujeres como Egeria que en el siglo IV realizó uno de los viajes más fascinantes del mundo antiguo, desde Hispania hasta Oriente. Un periplo de varios años -381 al 384- que la llevo hasta Egipto, Palestina, Constantinopla…y lo que es más importante, nos legó el relato de su viaje. Un relato casi contemporáneo que nos muestra a una mujer culta, valiente, tenaz…todos los adjetivos son pocos, pero sin embargo una gran desconocida. Como ellas miles de mujeres, a las que ninguneamos día a día, relegándolas exclusivamente a un papel de madre de…, esposa de…, hija de…

Entre todas las mujeres del período resulta sangrante la lectura que realizamos de la reina Goswintha, reducida a mujer de Atanagildo y Leovigildo, “madastra” de Hermenegildo y Recaredo, madre de Brunequilda y Galswintha…reducida a un mero papel reproductor. Sin embargo, una mera lectura superficial de las fuentes nos muestra una mujer que participó en la génesis de un Reino, el visigodo de Toledo, y que no permaneció en un rol de reina sumisa, sino todo lo contrario. Que desempeñó ese papel activo lo muestran las propias fuentes de la época que la describen como una mujer “viril” -salvo Venancio Fortunato- y ya la señalan como una Reina que no se adapta a un papel de mujer, madre…sino que participa y lidera un Reino.

La vida de Goswintha trascurrió en los años centrales de la sexta centuria, en plena génesis del Reino visigodo hispano. Los movimientos migratorios de los contingentes populares visigodos a la Península Ibérica fueron intensos en las primeras décadas de este siglo, se intensificaron por la presión merovingia a medida que avanzaba la centuria. Los territorios en la Galia pasaron de ser el centro político del Reino a convertirse en periféricos, estando los intereses políticos y económicos en el centro peninsular. Sin embargo, este espacio en el centro peninsular no estaba en absoluto consolidado, ya que al oeste estaba el Reino suevo, a lo que habría que sumar la expansión de Justiniano (527-565) que ocupó una franja de litoral importante en el SE peninsular. Por otro lado, estaban el poder de las elites hispanorromanas, reacias a los recién llegados, y el poder de la Iglesia católica, ya que no hay que olvidar que los visigodos eran arrianos. Esta circunstancia es vital para entender la imagen que de Goswintha nos describen las fuentes históricas -católicas-, que nos trasmiten una imagen tópica de una mujer “viril”, que se prolonga hasta la actualidad, e intransigente desde el punto de vista religioso, fanática arriana. Sin embargo, es fácil entrever que esta es una visión tópica y que Goswintha es una mujer excepcional que vivió en una época convulsa en la que participó de forma activa en la constitución del Reino visigodo de Toledo, bregando contra la nobleza goda e hispanorromana y los intereses de la Iglesia católica.

Su nacimiento, en el seno de una poderosa familia goda (¿Baltos?) (Venan. For. 6.5, v.62: “…nec dat origo locum“), así como la educación que recibió, que debió ser elevada, le forjaron su carácter futuro. Sobre los 15 años contrajo matrimonio con Atanagildo, con el que tuvo a sus dos hijas, y al que aportaría no sólo pertenecer a un linaje reputado, sino la capacidad militar y económica de su grupo. En los años de su primer matrimonio con Atanagildo, Goswintha podría haber vivido en la Bética, probablemente en la ciudad de Sevilla, desde donde ambos iniciaron su acción para hacerse con el control del Reino. Con su triunfo, ambos se trasladarían a Toledo, que acabaría siendo la capital del Reino. En la ciudad del Tajo, que habría ido adquiriendo un nuevo estatus geopolítico desde época tardoantigua, fijó su residencia la reina Goswintha. Allí, se alojaría en el espacio que ocupa el actual Alcázar, trasformando las estructuras del antiguo pretorio romano en un punto vital para el control de la ciudad y de las vías de comunicación. El pretorio controlaba el acceso al Puente de Alcántara y con ello las comunicaciones con la Bética y con el resto de la península. Este cambio de residencia se deduce de la lectura de Venancio Fortunato en las palabras que pone en boca de su hija Galswuinta (Venan. For. 6.5, vv. 97-98: “Sic gremio, Tolete, tuo nutribus, ut aegra excludar portir tristis alumna tuis”). De su matrimonio con Atanagildo, tuvo dos hijas que participaron en la geopolítica del nuevo Reino al casarlas con dos de los hijos del rey merovingio Clotario. Brunegilda (casada con Sigeberto I de Austrasia), primera reina de Francia, y Galswinta (casada con Chilperico I de Neustria), y que fue asesinada por su concubina, y después reina, Fredegunda (segunda esposa de Chilperico I), quien también ajusticiaría a Brunegilda, cuarenta años después.

Este episodio lo conocemos muy bien gracias a la elegía que compuso Venancio Fortunato en honor a Galswinta tras haber sido asesinada por Chilperico y Fredegunda. El poeta describe la despedida de Goswintha a su hija Galswinta en el momento que tuvo que abandonar la corte de Toledo para ir a Neustrasia a celebrar su matrimonio con el príncipe merovingio. Venancio Fortunato describe el dolor de la Reina al separarse de su hija y como ésta corre aterrorizada a refugiarse a los brazos de su madre ante el futuro incierto que le espera en tierras lejanas, fuera del entorno familiar y para desposarse con un hombre al que ni siquiera conoce. Goswintha la abraza y comparten las dos juntas la desesperación por la ruptura. Las razones de Estado que justifican el enlace no logran amortiguar el dolor de la Reina. El sufrimiento conmueve a los embajadores merovingios y posponen algunos días el viaje. Goswintha acompañó a su hija durante el primer tramo del viaje, aunque eso le supusiera luego regresar a Toledo con el corazón destrozado por la separación. Este pasaje de Venancio Fortunato no cabe duda que ésta fue escrita desde las simpatías que despertaba la Reina. Sin embargo, en la construcción histórica de la Reina como mujer “viril”, cruel y despiadada, también se ha utilizado para presentar a Goswintha como una mujer fría, calculadora…que antepone siempre los intereses políticos sobre los personales. esta visión negativa se desarrolló en la historiografía católica de la época y es la que se ha seguido prácticamente por la mayoría de los autores contemporáneos hasta la fecha, incluidas las historiadoras. Sin embargo, el pasaje resulta revelador, porque nos muestra una Reina humana y doliente que sufre por la “pérdida” de una hija, además de mostrar que Goswintha tiene un rol político activo a lo largo del reinado de Atanagildo.

El papel activo de la Reina en la política del Reino visigodo de Toledo continuó durante su segundo matrimonio con Leovigildo, al que se considera el fundador y trasformador del nuevo Reino, algo impensable sin la figura de la Reina, y continuó a lo largo de toda su vida, incluso en los momentos finales cuando se opuso a la conversión al catolicismo impulsada por su hijastro Recaredo. Esta visión patriarcal de la historia ha sido heredada por la arqueología del período, incluso en la corriente más moderna, que huye de la arqueología de las élites, y se fija en las comunidades rurales, donde la lectura de esos paisajes productivos agropecuarios se realiza también en clave patriarcal.

 

5 Fotos superiores: Los Hitos -finales del siglo VI- y Pla de Nadal -principios del siglo VIII-, en las dos ilustraciones se ha buscado una representación inclusiva de los dos géneros (Ilustración Álvarez Marsal).

Es obvio que las arqueólogas y arqueólogos debemos realizar un esfuerzo importante, y olvidar el peso de años de educación machista, a la hora de interpretar estos espacios desde una perspectiva de género y saber leer la presencia de las mujeres en los yacimientos que excavamos y en los paisajes que interpretamos, huyendo del partidismo de las fuentes y de siglos de lecturas patriarcales. Además, de buscar la paridad y la igualdad en el desarrollo de nuestras tareas profesionales…el 8 de marzo, paramos para avanzar.

Dr. Arqueólogo Jorge Morín de Pablos

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2 Comments

  • Catalina Urquijo

    Tener en cuenta que las sociedades las formamos todos y que los roles aprendidos durante siglos no fueron siempre los mismos ni aceptados por todos…por todas, sigue siendo una tarea dificil. Los esquemas heredados son aplicados con especial facilidad a la hora de interpretar la historia.
    Gracias Dr Morín por ese rayo de luz que va mas allá de una acertada reflexion en un ocho de Marzo tan especial.

  • Jose Antonio Marín Jimenez-ridruejo

    Lo que resulta más molesto es la contínua aplicación del adjetivo “viril” a cualquier mujer de carácter enérgico y decidido, más aún si además descolla por su inteligencia y buen criterio.

    Así se trata a doña Goshvinta, como “viril” y cruel, ignorando el amoroso dolor que sufre al separarse de su hija.

    De la misma manera se trata en la narración euskérica de la mítica batalla de Arrigorriaga a la protagonista, la “viril mujer vizcaína” que derriba de un hachazo al caudillo leonés.

    De doña Toda de Navarra se dice siempre que fué una “hábil casamentera” (que lo fué, indudablemente) obviando el hecho de que esa habilidad demuestra su gran capacidad política y su visión del futuro político del reino. Y olvidando igualmente que gobernó con puño de hierro (no siempre en guante de terciopelo) el reino, recorriéndolo a menudo a caballo espada al cinto.

    Ya está bien. No todos los varones somos iguales ni todas las mujeres lo son. La igualdad, si no es de derechos y ante la Ley, es un mito. Pero todos los hijos de madre debemos tener como parte integrante de nuestro ser que las mujeres tienen unos derechos inalienables para ellas y fundamentales para todos de los que todavía no somos conscientes. Es nuestra asignatura pendiente, y me temo que no solo de los varones.

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