A vueltas con el Tajo. ¡Coño, siempre llegamos tarde! [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 33 D18 Archivo VASIL


Paraje de “La Incurnia”. Trampolín improvisado en la zona de baño de los molinos.

Según hemos podido constatar a través de diversas fuentes, en 1979 se produce, realmente, el trasvase de las primeras aguas del Tajo al Segura. Pero el origen del problema es muy anterior.

En contra de lo que muchos piensan, esta obra, que suponía entonces una gran infraestructura para este país, ya fue objeto de debate en los primeros años veinte del siglo pasado y formó parte de los proyectos de Estado anteriores a la guerra civil de 1936.

Estos antecedentes (que están al alcance de cualquiera en Wikipedia, por ejemplo) nos permiten situar y dimensionar  un “problema” que se inició en 1932 cuando el ingeniero Lorenzo Pardo redactó el Plan Nacional de Aprovechamiento de las Aguas.

Con independencia del contenido de aquel primer Plan, este luego fue aprovechado por los ingenieros “vencedores de la contienda civil” para el desarrollo de un país necesitado de nuevas infraestructuras.

Y de aquellas aguas…… estos lodos. (Nunca mejor dicho)

Consecuencias del trasvase. Paisaje de peces muertos en el Tajo.

Desafortunadamente para los toledanos, la actual Ley del Trasvase se gestó y aprobó finalmente en tiempos de la dictadura; en una época en la que el pensamiento único imperaba en una sociedad “callada”, “leal” y “sumisa”.

Salvo alguna voz a nivel individual y algún que otro ingeniero etiquetado de “rojo tapado”, nadie se atrevió a oponerse, ni mucho menos a promover ningún movimiento ciudadano de oposición (ni al trasvase, ni a nada).

Cuando se estaba materializando el trasvase solo podía existir una pequeña oposición clandestina. Hubo que esperar a la  democracia constitucional para que “los tapados” salieran a la luz y promovieran realmente una plataforma ciudadana.

Pero, entonces, eran pocos. Pero, entonces, ya era tarde.

Ciudadanos anónimos depositan peces muertos en la puerta del Ayuntamiento de Toledo

Al margen de los orígenes históricos, el Trasvase Tajo-Segura, ha sido siempre la asignatura pendiente de esta provincia. Es un tema social y políticamente recurrente, “que se viste de gala” cada vez que le quitamos el polvo a las urnas para elegir gobernantes.

Lo cierto es que, sin contar los años previos a la reinstauración democrática, Toledo, su ciudadanía y sus gobernantes, no hemos sido capaces de acabar con el Trasvase. Desde los años setenta, hasta aquí, hemos tenido interlocutores institucionales de todos los colores y sabores; locales, provinciales, regionales y nacionales.

Hasta ahora el resultado ha sido siempre el mismo: un río inaceptable, muy lejos de alcanzar la mínima decencia medioambiental exigible en una sociedad moderna del siglo XXI.

De toda aquella lucha clandestina -primero- y oficialista -después- solo quedamos unos pocos toledanos que nos reunimos, de vez en cuando, en las inmediaciones del Tajo, “toalla en mano”, y otros, también toledanos, (no necesariamente coincidentes) que con culote o pantalón de deporte, recorremos la orilla al grito de “la vuelta del Tajo”. Ambas están bien, pero tengo la sensación de que sigue siendo insuficiente.

Cuando los intereses políticos y sociales se contraponen entre una región y otra, ¿quién pone el cascabel al gato? Hasta ahora, nadie. ¡Coño!  siempre llegamos tarde.

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Quique J. Silva

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  • José Antonio Marín Jimenez-Ridruejo

    Levantar, aunque solo sea un pico, de la alfombra de la sociedad español en la década de los 70 debería ser una buena actividad, pero hacen falta ganas.

    Por eso no voy a entrar al trapo de hablar de, o preguntar por, los callados, leales y sumisos.

    De importancia capital para todos los españoles fué la inacción gubernamental para responder a la terrible crisis que supuso a nivel mundial el embargo petrolífero tras la guerra del Yon Kippur, que destrozó en España lo conseguido en la década anterior, tras el llamado Plan de Estabilización del 59

    “¿Pero es que no van a hacer nada?” se preguntaban los que tenían algunas nociones de economía, y veían venir el descalabro. Nada se hizo, pues todos tenían miedo a los estertores del sistema, o hacían cábalas sobre su futuro político. “Pero si le quedan dos días…” (que resultaron ser dos años, por cierto) Y nada se hizo.

    “Esto se arreglará cuando haya democracia” decían los optimistas toledanos sobre el trasvase del ministro Silva Muñoz (“el que Silva pero no pita”, decían los toledanos, inasequibles al desaliento a la par que al razonamiento)

    Hubo democracia, y entonces nos dimos cuenta de que hay más votos en el alegre Levante que en la árida estepa Castellana.

    Y así estamos

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