A ochenta años de un exilio nada romántico [Jesús Fuentes Lázaro]

Refugiados españoles en el campo de internamiento de Argelès-Sur-Mer.

Por estos meses de enero, febrero, marzo, de hace 80 años, quinientos mil españoles -las cifras oscilan entre 450.000 y 475.000- comenzaban un exilio desolado, como todos los exilios. Los meses pertenecían al año 1939. La República aceptaba la derrota, Franco saboreaba la victoria que pronto sería su victoria. Medio millón de españoles cerraban una etapa de exilios que había comenzado en 1936, se había vuelto a repetir en 1937 y la tercera, con el desmoronamiento del frente de Aragón, en 1938. La última, de 1939, culminaba uno de los grandes fracasos de la Historia Contemporánea de España. Aunque, mirado desde el siglo XIX, cerraba un siglo y medio de convulsiones políticas y sociales, plagadas de pronunciamientos militares.  

Después de tres años de luchas, de angustias desbordadas, de bombardeos sistemáticos, de muertes con causa o sin ella, los derrotados de la República se hundían en un exilio desconocido. Según Beevor, a mediados de marzo, había medio millón de refugiados en Francia. Otros 15.000, exiliados por Levante, llegaban a Túnez y Argelia. En todos los lugares muchos murieron en cercados espinosos en condiciones inhumanas.

Tal vez el símbolo más trágico de este exilio anónimo lo representen Antonio Machado y su familia. Ni el hijo ni la madre sobrevivirían a los años, a las enfermedades, al desgaste de la guerra, a los trastornos del exilio. La madre de Antonio, cuando la llevaban en brazos desde la estación de ferrocarril hacia el hotel, en Colliure, preguntó al oído a Corpus Barga, que era quien la portaba, “¿Llegamos pronto a Sevilla?”  Antonio guardaba en un bolsillo de la chaqueta los enigmáticos versos “estos días azules, este sol de la infancia”. En ambos casos la expresión síquica de la desorientación, del desgarro  de los derrotados.

Exiliados republicanos rumbo a un campo de internamiento francés, en marzo de 1939. Robert Capa. elpais.com

Aquellos refugiados españoles fueron confinados  en playas desoladas o en cercados abandonados. “Llegué a comer nieve”, expresa el testimonio de una mujer, entonces niña. Siguiendo a Beevor, reproduzco parte de una cita “Aunque la arena parecía seca (se refiere al campo de refugiados de Saint-Cyprian), solo lo estaba en la superficie. Teníamos que dormir al raso, sobre la playa, en grupos de cinco a diez hombres. Con algunos de los capotes hacíamos lechos y con otros nos cubríamos. Debíamos evitar girarnos a un lado o al otro, porque al entrar el cuerpo en contacto con la zona húmeda, que se helaba por el viento, se podía coger una neumonía….La mortalidad era muy alta, de unas cien personas al día”.

Antonio Machado.

Antonio Machado moría el día 22 de febrero de 1939. Una horas más tarde llegaría el ofrecimiento de la Universidad de Cambridge de un puesto de lector. Días después fallecía la madre. Formaban parte de los que morían diariamente en el exilio, cuyas cifras no bajaban de 20. En noviembre de 1940 fallecía Azaña, un símbolo del fracaso de los políticos españoles para construir una  democracia transformadora. El prefecto de Montauban, por órdenes superiores, se opuso a que se colocara sobre el féretro una bandera de la República. Petain no quería molestar a Franco. Y como ha contado el Presidente Sánchez en su vista a Méjico, en enero de 2019, el Cónsul mejicano, Rodríguez Taboada, contestó:

“Lo cubrirá la bandera de México. Para nosotros será un privilegio. Para los republicanos una esperanza. Y para ustedes una dolorosa lección”.

¿Qué debería ser para España?

 A mediados de mayo de 1939, por orden de Franco, se invitó a regresar a los exiliados que quisieran, diciéndoles:

Todos saben, incluso por informe directos de los suyos,  como se administra la justicia de Franco, con qué benevolencia, con cuanta escrupulosa apreciación de las razones complejas determinantes de muchas conductas proceden sus gobernantes. Todos los españoles de conciencia limpia y pasado honrado tenéis allí vuestra patria para trabajar en la empresa de hacerla mejor y reparar sus males”.

Pero siguiendo a Beevor, se silenciaba la segunda parte: correspondía a los tribunales militares decidir sobre la limpieza de las conciencias y dilucidar la honradez del pasado. Ellos dictaban las normas de conducta.

Un ejemplo cercano de la interpretación que hacían los tribunales del pasado la tenemos en el novelista, de origen navarro, pero toledano por vivencias, Félix Urabayen. No quiso exiliarse. No había hecho daño a nadie. Solo había defendido sus ideas. Fue encarcelado el 13 de mayo de 1939. Permaneció en prisión hasta noviembre de 1940.

Mujeres y niños hacia el exilio en Francia, 1939. Gerda Taro.

También en 1939, George Orwell, escribía un texto para “The Highway”, publicado en marzo, titulado “La cesárea española”, que termina como sigue: “El deseo de libertad, de cultura y de un nivel decente de vida  no puede ser sofocado por el oscurantismo y la represión. Sí es así, quizá no hayan sido totalmente inútiles las carnicerías y sufrimientos que son inseparables de las guerras civiles modernas” (Orwell en España)

Y en el mismo artículo se puede  leer:

El momento decisivo llegó cuando un gobierno que en términos generales  podía llamarse de <izquierdas> ganó por un pequeño margen  en las elecciones generales de febrero de 1936. Este gobierno no estaba  de ningún modo dominado por los extremistas. Lejos de propiciar ninguna crisis utilizando la violencia contra la oposición política, antes bien se debilito por culpa de su moderación…… En consecuencia, la formación del gobierno del Frente Popular bastó por si sola para plantear el problema más difícil de nuestro tiempo: hacer cambios fundamentales con métodos democráticos”.

Tumba de Manuel Azaña en Montauban.

Cuando se cumplen ochenta años,  en Francia  denominan “Retirada”, a aquella tragedia de mujeres, niños, hombres y ancianos, un eufemismo que le añade un cierta épica a un exilio nada romántico.

A ochenta años de distancia, un Presidente del Gobierno de España -el primero- visitará en Francia las tumbas de Azaña y Machado, dos símbolos del exilio de medio millón de españoles.

Hace apenas ochenta años.

Jesús Fuentes Lázaro

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