Valmaseda. Una especie en peligro de extinción. [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 19 D20 Archivo VASIL


Yunque, martillo y toda la sabiduría del maestro artesano

“Al pasar la barca, me dijo el barquero: ¡que yo soy herrero! y no marinero”

En esta sociedad de la competencia permanente; en un mundo donde la individualidad se doblega ante la “mayoría feliz”, ser libre e independiente se termina pagando.

No valen méritos pretéritos ni carencias del presente; salirse del redil sale caro por muy artista que uno sea.

Cuando el joven Antonio aprendía el oficio del maestro Pascual, todo un mundo de creación artística se le abría en un Toledo donde, la forja, era símbolo de grandeza y excelencia.

A lo largo de toda su vida, Antonio trazó él solo su camino. Sin criterios banales ni concesiones a la galería.

Antonio con dos de sus aprendices trabajando en el taller.
El maestro Valmaseda con sus preciados planos y dibujos originales

Nunca se alineó con el poder establecido ni accedió a beneficios y prebendas institucionales. Manejar la barca era un trabajo al que le llevó su perfecto conocimiento del río Tajo, sus trampas y bondades.

Antonio Valmaseda es una de las asignaturas pendientes de esta ciudad “Patrimonio”, que le ha ido dejado en el más absoluto ostracismo.

Paradójicamente, un oficio como el de “herrero” es de los que más se echa de menos actualmente. Lástima que no hayamos sido capaces de transmitir a las nuevas generaciones la grandeza de doblegar el hierro al son del martillo.

Es duro, sí; pero más duro es  recordar a un herrero como “especie en peligro de extinción”.

Quique J. Silva

 

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