Pasajes/Paisajes cervantinos [Jorge Morín]

En este año que celebramos el IV aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes resulta complejo tributarle un homenaje desde una perspectiva arqueológica. Personalmente no acabo de entender la celebración de los obituarios, en vez de los natalicios. Podríamos hacerlo ahondando en la temática de la muerte, que es muy arqueológica. Existe una obsesión entre mis colegas por la búsqueda constante de las tumbas de los grandes personajes –Tumba de Quin Shi Huang, Tutankamón, al que no dejan descansar nunca en paz…-, seguramente en un intento de heredar las virtudes del personaje. Algunos colegas han ido más lejos y no se han conformado con la búsqueda de la tumba, sino del lugar del fallecimiento de los personajes famosos. Aquí, me viene a la cabeza la noticia del “descubrimiento” del “lugar exacto donde fue apuñalado Julio Cesar” por parte de un equipo del CSIC en la Curia de Pompeyo, en el espacio que ocupa actualmente el área arqueológica de Torre Argentina.

Es obvio, que nuestro querido escritor no ha sido capaz de librarse de esta manía persecutoria de los arqueólogos. Así que en estos últimos años se ha buscado en la cripta del convento de las Trinitarias de Madrid y se ha desarrollado una investigación forense, al frente de unos de los científicos más prestigiosos de nuestro país, el Dr. Etxevarria, que no ha podido finalmente identificar con total certeza los restos del escritor –RIP-. No sólo no contamos con el cuerpo de nuestro más afamado escritor, sino que no contamos con un retrato fidedigno de su persona. Afortunadamente, tenemos acceso a su obra literaria, que va más allá del Quijote.

En una línea muy alejada de estos tópicos funerarios fue la exposición “Ficción y realidad en el Siglo de Oro. El Quijote a través de la Arqueología”, que se celebró en el Museo Arqueológico Regional en el año 2005, coincidiendo con el aniversario del IV centenario de la primera edición del Quijote. En mi modesta opinión, mejor celebrar la edición de una de nuestras mejores obras literarias, que la muerte de su autor. Su comisario, Saúl Pérez-Juana del Casal nos muestra la cultura material cotidiana de la época de Cervantes a través de los objetos más usuales –adorno personal, monedas, vajillas, etc.-.

Aquí, a todos nos viene a la mente el pasaje cervantino mejor conocido, el de los molinos (I,8), aunque es un episodio poco comprendido en general. Así, se recurre a imágenes de molinos, como los de Consuegra, que son posteriores, lo que imposibilita la comprensión de este episodio. Cervantes eligió los molinos de viento como remedo de gigantes por que se trataba de una tecnología recién llegada a La Mancha. Los primeros se instalaron en el Campo de Criptana, importando la idea de los Países Bajos, para competir con los ingenios hidráulicos en manos de la iglesia y de los señores. Los molinos eran prácticamente desconocidos para todos los habitantes de las Españas, salvo los que hubieran viajado a Flandes. Por otro lado, la ubicación de los molinos es esencial entender el episodio. Don Quijote y Sancho avanzan por el camino de Andalucía en dirección al Campo de Criptana, una cumbre les impide la visión de los molinos, pero si escuchan el traqueteo de su mecanismo, multiplicado por la cantidad de molinos que se habían construido –cerca de una treintena-. Al coronar la cumbre, se encuentran con algo nunca visto, de ahí el trasunto de molino-gigante. Que todos hemos visto en el icónico grabado de Doré.

Sin embargo, no elegiría yo este paisaje para honrar a Cervantes. La lectura del Quijote, un hecho vital en nuestra formación, y que no debería leerse una vez, sino muchas. La primera, dejando las adaptaciones infantiles, va ligada a los estudios de bachillerato, seguramente fue tediosa. Después, de propia voluntad, cuando ya se ha avanzado en el conocimiento del Amadís de Gaula, del Tirant lo Blanc, de las novelas pastoriles y moriscas, etc…el texto va cobrando fuerza y complejidad, hasta el punto que resulta imposible decir que tipo de libro es El Quijote. Sin embargo, para mí la novela es la mejor historia de amor escrita jamás en castellano, el amor que profesa Alonso Quijano a Aldonza Lorenzo –Don Quijote a Dulcinea-. Y el pasaje más emotivo se desarrolla la playa de Barcelona, donde el Caballero de la Blanca Luna –El bachiller Sansón Carrasco- derrota a Don quijote y le pide que renuncie a su amor. Don Quijote, renunciando a todos sus arcaísmos, y en un castellano limpió y claro, dice: “Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra (II, 74)”.

 

El mejor homenaje que podemos hacer a Cervantes es recorrer ese escenario, pintado por Anton van den Wygaerde en 1563, unos años antes de la edición del Quijote. En palabras de Carlos de Orleáns, suspirando por Bonne en su prisión inglesa, “En la forest de Longue Attente/Chevauchant par divers sentiers…” Paisaje del amor eterno e incorruptible, de ese amor que todos hemos soñado, y pocos vivido. 

 

Jorge Morín de Pablos. Doctor arqueólogo

  

Figuras

1a. Guerreros de terracota en la tumba del emperador Quin Shi Huang. 1b. Interior de la tumba de Tutankamón.

2a. Área arqueológica de Torre Argentina. 2b. Asesinato de Julio César (aprox. 1749-1821), de Laurent Pecheux.

3a. Búsqueda de los restos Cervantes en el convento de las Trinitarias, Madrid. 3b. Supuesto retrato de Juan de Jáuregui de Miguel de Cervantes.

4a. Catálogo de la exposición “El Quijote a través de la Arqueología”. 4b. Francisco de Zurbarán: Bodegón con cacharros (1636). Museo del Prado, Madrid.

5a. Molinos de Campo de Criptana. 5b. Don Quijote luchando contra los molinos. Grabado de Gustavo Doré.

6a. Plano de Barcelona. Anton van den Wygaerde (1563). 6b. Don Quijote derrotado por el caballero de la Blanca Luna.

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