La tramoya de la Virgen del Sagrario [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 39 D18 Archivo VASIL


Ya hemos repetido en varias ocasiones que el Archivo Vasil es un fondo marino sobre el que bucear e ir descubriendo joyas y curiosidades. Que en ese “mar de acetato” puedes encontrarte con situaciones corrientes de la vida cotidiana y otras veces con auténticas excepcionalidades.

Este es el caso de esta semana. Un reportaje completo de como se lleva a cabo la transformación de una Virgen, la del Sagrario, a manos de las camareras que tienen ese privilegio reservado a muy pocos.

Para ello, además de un mínimo de devoción, es preciso bastante oficio y mucha seguridad a la hora de encaramarse al trono; que no siempre está lo accesible que los hermanos y hermanas de la esclavitud quisieran.

Como una novia el día de su boda, o como una adolescente que va a participar en su primer baile de largo, estamos acostumbrados a ver a la Virgen (en este caso la del Sagrario, de Toledo) como una figura completamente engalanada, vestida y adornada con sus mejores galas. Mantos, coronas, broches…. todo parece poco para honrar a la Patrona.

Pero la particularidad de estas fotografías están, además, en la variedad escultórica de la imagen; que puede determinarse a criterio, en este caso, del párroco o capellán responsable probablemente consensuado con la Junta Directiva de la Esclavitud.

Durante muchísimos años, como consta en numerosas publicaciones, postales y estampas, la Virgen del Sagrario se mostraba a los feligreses sola, con un largo manto que la cubría de pies a cabeza y con las manos en posición de rezo o plegaria. Solo los “ilustrados” y “allegados” tenían la certeza de una figura completa (no solo cabeza y manos como en otros muchos casos). Pero, además, había un niño que encajaba perfectamente entre los brazos de su madre. 

Pon manto, quita manto, cambia manos, por niño y ¡ya está! El arte de las camareras de la Virgen hará el resto. Dobla, cose, frunce y así luce, de nuevo, la estampa de una nueva Virgen.

Nada de lo que vemos hace pensar en el trabajo “de taller” que ha sido necesario para que Ella luzca como solo las reinas merecen. 

 

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Quique J. Silva

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