La terrible familia de los Priede-Urabayen [Jesús Fuentes Lázaro]

¿Y si el desparecido Hotel Castilla, que perteneció a la familia Urabayen, se recuperara en el futuro para Museo, en lugar del destino administrativo que tiene en la actualidad?

Para no desentonar de los tópicos imperante deberíamos imaginar las administraciones públicas o bien situadas en edificios hipermodernos y futuristas, asépticos, blancos reflectantes, laberinticos, en los que se pueda materializar  la figura inmanente del Gran Hermano, o en uno antiguo y un punto lóbrego, con luces mortecinas, personas grises y mobiliario rebosante de papeles que provoque en el ciudadano un imperceptible temblor por las abstrusas exigencias burocráticas y los insondables conductos de las interrelaciones administrativas. Cualquier otro lugar sería preferible antes que en un hotel, el Hotel Castilla, donde se alojó durante  parte del siglo XIX y el XX la “Intelligentsia” nacional e internacional.

Cierto que el edificio actual, que sustituyó al Hotel Castilla, es apenas una sombra del palacio, comprado por un irlandés, que los toledanos veían como un hereje, un ateo y un revolucionario. Aquel hombre, Francisco O’Priede, más tarde Francisco Priede, incorporó además la palabra “hotel” a una lengua que hablaba de fondas, posadas o pensiones, una novedad idiomática para los toledanos que tardaron algún tiempo en  pronunciar.

En aquel edificio desde el que se divisaba Zocodover o las amplias Vegas del Tajo tuvieron asignada suite, en la planta principal, los reyes que venían a Toledo en ocasiones. O la nobleza europea que visitaba la ciudad, para contemplar los restos de un tiempo congelado, tan atractivo para Románticos y viajeros (que no turistas) de mediados del siglo XIX y primera parte del XX. En la misma planta disponía de habitación permanente el duque de Veragua y los nobles que integraban el séquito real. Tras el destrozo de la guerra civil, Regiones Devastadas organizó el espacio y las edificaciones como las contemplamos en la actualidad. El antiguo Hotel de Castilla quedaba, cautivo y desfigurado, atrapado en un hueco, llamado hiperbólicamente plaza de San Agustín.

A la espera de que algún día los responsables políticos levante los ojos del suelo y empiecen a entender la iniciativa como factible y útil a la sociedad, ahora se trata de comentar un libro de reciente aparición que ha resucitado a la familia Priede-Hevia-Urabayen. Una familia no tan terrible, como el titulo del artículo sugiere. Se denomina el libro “Un Hotel para la vieja ciudad”. Lo ha escrito Isabel Ferreras Cuadrado, natural de Ruguilla, Guadalajara, residente en Guadalajara y editado  en la misma ciudad. Nada tan tradicional como ser ajeno Toledo para valorar lo que tuvo en el pasado y pudiera convertirse en  proyecto emblemático en el futuro.

Francisco Priede y Mercedes Hevia, fundadores del Hotel Castilla, con sus seis hijos retratados. Blog Toledo Olvidado.

Hay historias y personajes que se resisten al deterioro de los siglos. Reaparecen en cuanto encuentran el hueco. Están entre nosotros y al acecho. Y lo hacen en los momentos y lugares donde intuyen la oportunidad para que  sus vidas, sus hechos, y sus obras sean recordados. Es el caso de la  “terrible familia de los Priede–Urabayen”, parafraseando el título  del inicio de la novela de Félix Urabayen, “D. Amor volvió a Toledo”, “publicada el mismo año de la intentona fascista”, julio de 1936.  El autor no quiso tocar ni una línea del original, “aún sabiendo que lo que fueron audacias ayer serán ingenuidades mañana”, según se recoge en la entrada de la novela. Al comienzo, y hablando de la familia de los Meneses, Urabayen escribe:

Toledo ha sido en todas las épocas sede y asiento de familias celebres en las letras y en artes de artesanía. En Toledo vivieron los Arfe, los Churrigueras, los Horozcos, los Covarrubias, los Rojas, los Moleros, los Baroja, los Maracos. Hoy, famosos en la historia de la ciudad, solo quedan los Meneses.

Y con las notas de María Rosa, el libro de Isabel Ferreras y esta narración incorporaríamos a la familia Priede-Urabayen al catalogo de familias artísticas. Una ciudad define su entidad por el número de sagas familiares que puedan servir como materiales novelescos a escritores en ciernes o consagrados. La de los Priede-Urabayen reúne los requisitos para formar parte de la galería de familias artísticas. Pero habría que agregar, aunque no fueran tan artísticas, las antiguas de los Gudiel, o Illán, los Silvas y los Ayalas. O las más recientes San Román, Martin-Peñato, Zamora-Sancho, Partearroyos-Cirujanos, Esteban-Infantes. Cada una representaría una realidad, más o menos ficticia, que pudiera ser utilizada, como las leyendas, para construir historias fantásticas. ¿Para qué se necesita la Historia si se pueden contar las andanzas, reales o inventadas, de las familias de la ciudad?

Félix Urabayen es el único escritor de Toledo que puede compararse con el valenciano Blasco Ibáñez o el canario-madrileño Pérez-Galdós. Claro que Urabayen era navarro. Como la esposa del irlandés Francisco Priede, Mercedes Hevia, era de Asturias. Todo apunta al Norte.

Del norte llegaron los francos  con Alfonso VI a la conquista de Toledo. Momento iniciático de una nueva etapa histórica. Un obispo francés acabó con la mezquita mayor, plantando una catedral encima. Una decisión tan radical no la hubieran tomado los mozárabes, la minoría  política más activa de la Toledo musulmana, acostumbrada desde los años del obispo Elipando a convivir con el Islán. Ellos contribuyeron a la caída de Toledo, aunque luego fueran marginados y maltratados por los francos y los otros cristianos del Norte. Félix Urabayen, sin perder sus antecedentes navarros, se casó, vivió y escribió en Toledo sus mejores novelas.

Resulta que Isabel Ferreras Cuadrado en 1987 recibió el premio de novela Félix Urabayen, que promovía el Ayuntamiento. Hasta que los munícipes descubrieron que el premio no servía para nada concreto. Ni aportaba supuestos votos (los votos, antes de las urnas, siempre son hipotéticos), ni proyección nacional. No servía para ser referente de nada. El premio también lo recibió Roberto Bolaños, si es que este autor pudiera considerarse referente de algo.

En la entrega de premios, según afirma la autora, conoció a María Rosa Urabayen Priede, hija de Félix Urabayen, encarcelado por republicano y fallecido prematuramente por los destrozos de la cárcel. El profesor Urabayen se había casado con Mercedes Priede. María Rosa contó a la autora del libro que tenía unas notas escritas que podrían servir para reconstruir los recuerdos de una familia olvidada. ¿Por qué  lo reveló a esta mujer de Guadalajara? ¿Por qué no ofreció los escritos a algunos de los escasos toledanos que la trataron? Tal vez no se fiaba de ellos. A su padre lo había delatado un toledano en la estación de Atocha, cuando regresaba desde de Valencia a Madrid para intentar reorganizar una vida rota por una guerra de la que él no quiso huir.

No tenía porque exiliarse, respondió orgulloso cuando le ofrecieron salir de España, tras la derrota de la República. Ignoraba que tanto orgullo patriótico le costaría la cárcel,  varios años de espera de un juicio que carecía de pruebas condenatorias y las secuelas de las privaciones de cualquier preso político en una dictadura victoriosa, tras una sangrienta guerra fratricida.

María Rosa,  nieta de un irlandés y una asturiana,  hija de un vasco-navarro y  una toledana rebelde,  Mercedes Priede, confió esos apuntes a la autora.  Y, sobre ellos, Isabel Ferreras ha construido un libro heterodoxo, entre  la historia, la memoria, las noticias de periódicos de la época,  la trayectoria de la propia autora y hasta la recomendación de música y canciones para cerrar cada capítulo.  El conjunto ofrece un relato del Toledo, anterior a la República. Un tiempo vivido por los Urabayen-Priede y un recuento  de los acontecimientos de aquellos años convulsos  en los que el Hotel Castilla era el mejor hotel de España (después de San Sebastián, por supuesto).

En él se alojaban los reyes de España, el séquito que lo acompañaba y  la intelectualidad española y europeo del momento. Era, por lo demás, el lugar más culto, más admirado y envidiado de los toledanos.

Y aunque el actual cuadrado  se haya distanciado de las trazas  originales, sugeriría a que el edificio, que un día construyera un español-irlandés, el abuelo  de María Rosa, cambiara su actual función  y recuperara  su antigua condición de edificio singular.

Transformarlo en Museo sería  un destino digno para un edificio con tantas historias acumuladas. Un símbolo de un pasado culto. Seguro que los espectros de la familia Priede-Hevia–Urabayen se sentirían orgullosos. Aunque admito la envergadura del proyecto  y sus  complicaciones. Máxime cuando se propone en tiempos en los que los  políticos no quieren complicaciones. ¡Huy, qué lío, pensaría más de uno!

El desempeño como Museo del desaparecido Hotel Castilla, al lado del eternamente aplazado Museo de Santa Cruz, la Biblioteca Regional, el Museo del Ejército y el Centro de Convenciones y Congresos del Miradero, crearía un espacio cultural único para un turismo  que debiera regularse por  la oferta cultural antes que por el del bullicioso de pocas horas con bocata.

Personajes para entender lo que se cuenta:

Francisco Priede, de origen irlandés, participante romántico en las guerras carlistas. Instalado en Toledo y fundador del Hotel Castilla. Pragmático y hombre de negocios.

Mercedes Hevia, asturiana, esposa de Francisco. Austera y controladora  del negocio. Rígida con la educación de los hijos.

Mercedes Priede, hija de ambos. Profesora de la Escuela de Magisterio de Toledo. Rebelde y romántica. Casada casi en secreto con la posición de sus padres.

Félix Urabayen, vasco-navarro. Profesor de la Escuela de Magisterio. Esposo de Mercedes Priede. Escritor de folletones que se publicaban en el periódico de Madrid, El Sol. Escritor de tres novelas básicas sobre Toledo. “Toledo; Piedad”, “Toledo, la despojada”; “D. Amor volvió a Toledo”.

María Rosa Urabayen Priede, hija de ambos, autora de las notas que han servido de base para la composición del libro de  Isabel Ferreras Cuadrado.

Hotel Castilla. Actual edifico administrativo de la Tesorería de la Seguridad Social, situado en la plaza de San Agustín. Un desperdicio de su historia y de su arquitectura. En él coincidieron todos los intelectuales nacionales e internacionales de la época.

Isabel Ferreras Cuadrado, autora del libro “un Hotel para la vieja ciudad”, sobre las notas de María Rosa Urabayen

Jesús Fuentes Lázaro


Las imágenes están tomadas del Archivo Municipal de Toledo y del blog Toledo Olvidado que le dedica un artículo. Alguna de ellas está modificada y tratada digitalmente.

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2 Comments

  • Nombrar a Félix Urabayen es invocar el silencio. Tan certero y tan vigente es su retrato de Toledo que, lejos de considerarle el cronista de la ciudad por excelencia, permanece en el ostracismo. El artículo es excelente y el silencio en los comentarios clamoroso. Ya que cada vez se lee menos ¿Para cuando una serie, o una película, sobre la trilogía toledana de Urabayen? ¡Uuuuuuh! Al tiempo que nuestros gobernantes conviertan el hotel en museo; cuando levanten los ojos del suelo.

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