La arquitectura humanitaria como ciclo histórico (y 4) [Natalia Mora Priego]

#4 Responsabilidad, gobernanza y autoplanificación.

Desde tiempos inmemoriales, y sobre todo en épocas de guerras y conquistas, lo primero que debía tener un buen ejército era un mapa de sus territorios, y según evolucionara su ocupación renovar y geo-referenciar sus dominios; el dibujo (además de la invasión y la implantación de la bandera) representaba la principal manera de controlar las pertenencias, así como negociar y luchar por ellas.

En la actualidad, para poder regular la arquitectura y la ciudad es necesario contar con su referenciación gráfica. ¿Cómo controlar y estudiar una ciudad que no está caracterizada mediante el dibujo?

Podría decirse que el sistema catastral es aquel que se encarga de la regularización de bienes inmuebles, o parcelas de suelo, mediante la medida y el dibujo de éstas, la actualización de sus cambios y el carácter que tiene cada una de ellas en función de los planes de crecimiento de la ciudad y su sistema de protección o conservación.

Retomando los restos arquitectónicos de las ciudades o civilizaciones antiguas que hemos tratado  en el segundo fascículo de este texto, pensemos en las ciudades de Latinoamérica. Ciudades jóvenes, fundadas desde una planificación impositiva como copia de otras existentes, que se han visto modificadas por la creciente acumulación de población y sometidas al gran éxodo de la población rural. En la actualidad, el éxodo sigue siendo exponencial.

Del mismo modo que en el período de postguerra en Europa fue necesaria una revolución en la vivienda social y una rápida construcción y renovación de las ciudades para alojar de nuevo a su población, en Latinoamérica se da un proceso análogo, aunque con un fenómeno de éxodo migratorio significativamente superior. Hablamos de millones de personas que en el período de una década, mudan sus hogares del campo a la ciudad en busca de oportunidades. Estas ciudades y sus gobiernos son incapaces de absorber la gran necesidad de vivienda que se genera en estos períodos, lo que se agrava enormemente ante la ausencia de  planificación previa , o la falta de una respuesta urbanística adecuada. Por ello, son los mismos pobladores los que asumen el papel de urbanistas, formando colectivos para invadir o adquirir terrenos y asentarse en espacios vacíos del interior o el exterior periférico de la ciudad.

De este modo la gobernanza oficial pierde el control sobre la propiedad privada residencial, permitiendo, a través de vacíos legales, que se convierta en vivienda informal, es decir, al margen de la ley, término que está tan de moda, para, desde los organismos establecidos, dedicarse únicamente a la regulación de arquitecturas públicas. Es ahí donde se encuentra la gran similitud  que he apuntado con las primeras civilizaciones y sus restos mantenidos hasta la actualidad, pues los gobiernos encargados de regularizar las arquitecturas o proyectos públicos, como centros comerciales, edificios institucionales o culturales, o incluso algún bloque de vivienda colectiva de gran tamaño dedicado a las clases acomodadas, de un carácter absolutamente distinto al de las viviendas resultado de las grandes migraciones, se despreocupan por completo de éstas, construidas solo con los criterios individuales de sus usuarios, que aprovechan el vacío legal que genera la despreocupación de los Estados. Así, en los patrones de conservación a través del tiempo, estamos respondiendo a los mismos modelos que las antiguas civilizaciones; edificios públicos construidos con recursos y medios respaldados por organismos superiores frente a viviendas construidas sin ninguna supervisión y en ocasiones sin conocimiento técnico.

La despreocupación de los gobiernos en estos países por la arquitectura y el urbanismo, la dejadez, aún mayor, ante la necesidad de vivienda, llega hasta límites tales la ausencia de un catastro oficial, de la imprescindible documentación y caracterización grafica de sus ciudades y pueblos. Este es el caso de Colombia. El papel del arquitecto queda en un segundo plano, dónde por parte de la administración tan sólo se encargará de la construcción de edificios públicos, al ser éstos los únicos en los que se exige la firma de un arquitecto, mientras que el urbanismo, la planificación y la construcción de áreas residenciales corresponderá a los propios usuarios o a arquitectos humanitarios, que a través de organizaciones no gubernamentales, normalmente ajenas al país, pueden acceder a la ejecución de estos proyectos.

La necesidad de vivienda y  de planificación de las nuevas áreas dónde deben asentarse las viviendas, así como sus infraestructuras y el espacio público que debe completar el tejido de estos conjuntos es una tarea de los gobiernos, de la que no pueden desentenderse. El papel del arquitecto, nacido por una necesidad del pueblo, por y para el mismo, debe seguir siendo éste, supliendo sus necesidades, tanto de vivienda como de espacios públicos, regularizando su papel y verificando técnicamente los proyectos, para que así cualquier persona, sea cual sea su clase o estrato socioeconómico tenga acceso a una buena arquitectura, y por tanto, a una buena vida.

Natalia Mora Priego, arquitecta

Las imágenes son negativos analógicos escaneados de la autora del artículo.


Este artículo redactado originalmente como un único texto, se presenta aquí en forma de cuatro entregas sucesivas. Su elaboración ha sido posible gracias a las experiencias vividas en Cauca, Colombia.

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