Sucedió en Toledo. 14 D19 Archivo VASIL
Ser Archivero Municipal de la ciudad de Toledo confiere un rango intelectual que va mucho más allá de la mera función pública de la que es responsable.
Una ciudad patrimonio histórico lleva implícito, entre otras muchas cosas, la salvaguarda de todo tipo de documentos que, debidamente custodiados, clasificados y analizados, forman en sí mismo parte de esa riqueza patrimonial que estamos obligados a mantener y aumentar.
Son, por tanto, grandes personajes de la historia de la ciudad los que han venido ocupando (y ocupan) ese lugar privilegiado reservado a los muy doctos.
En la década de los sesenta, una joven toledana a la que sus alumnos llamaban doña Esperanza, tiene entre otras materias la responsabilidad de enseñar a sus alumnos del Colegio de Infantes la asignatura que entonces se denominaba “Trabajos Manuales”, y que a pesar de su denominación tan poco académica tenía su propia calificación en el libro de notas.
El viejo colegio de la plaza de la Bellota, constituido como Filial del Instituto de Enseñanza Media de Toledo, contaba en su claustro de profesores con una joven que siempre ha compaginado el trabajo con los estudios.
Sí, como otros muchos toledanos de la época, sensibles al mundo del arte y su entorno, Esperanza Pedraza también pasó por la Escuela de Artes. Allí debieron sentar sus bases artísticas que ya llevaba iniciadas por su padre, don Ángel Pedraza, destacado ceramista de la época.
Compaginándolo con sus clases en el Colegio de Infantes, Esperanza trabaja de auxiliar en el Archivo Muinicipal, ni más ni menos que a las ordenes de don Clemente Palencia. Con él, aprenderá, sin duda, todos los secretos del oficio y lo más importante, desarrollará una capacidad especial para poner en valor los miles y miles de documentos; muchos de ellos en situación de “abondono” y “olvido”.
Esperanza Pedraza sabe, como lo saben todos los archiveros del mundo, que su encomienda es continuar el trabajo de sus antecesores y que, por muchos años que dure su labor, no verá finalizada su obra; y será el siguiente archivero quien inicie un nuevo ciclo.
Hoy podemos tener acceso a un flamante Archivo Municipal, dotado de medios técnicos actuales que permiten el estudio y la consulta con mayor fiabilidad y eficiencia.
En mi opinión, la época actual es la de la tecnificación. A las ordenes del Archivero Municipal actual, Mariano Ruipérez, se está consiguiendo digitalizar, catalogar y ordenar los documentos en unas nuevas instalaciones que desde 1991 albergan las instalaciones del Archivo.
Su antecesora, Esperanza Pedraza, creo que logró algo también muy importante, la “dignificación” del Archivo. Supo convencer a los regidores de la Casa Consitorial y hacer que carpetas, legajos y cajas sin índice, pasaran a ser auténticas joyas patrimoniales para ponerlas a disposición de investigadores y estudiosos, con los precarios medios que había.
Esta mujer, que dedicó su vida al Arte Documental, también tuvo tiempo de dedicar parte de ella al Arte Plástico, y son muy reconocidas sus restauraciones y creaciones ornamentales que le servían de terapia para mantener un oficio y una mano que se fueron, muy pronto, con ella, para siempre.
Esto no es un currículum, ni siquiera una laudatio; es sencillamente el recuerdo de una mujer que tras iniciarse como profesora de Trabajos Manuales, realizó un recorrido vital excepcional, para convertirse en una de nuestras referencias intelectuales.
Hoy, ver sus fotografías en el Archivo Vasil me ha traído a la memoria el papel charol recortado en forma de teselas de colores y fijado con pegamento Imedio…… y quería compartirlo.
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Quique J. Silva