Esos colores, tan emotivos, que nos invaden. [Jesús Fuentes Lázaro]

 

Cuando este texto se publique en el  blog “Hombre de Palo”, la exposición de dos pintores toledanos, en la Casa de Vacas, del Buen Retiro de Madrid, habrá terminado. Lo siento. Debería haber ido antes a esa exposición luminosa, furiosa de colorido, repleta de formas, y en un lugar emblemático de Madrid. (Al final del artículo se encuentra el catálogo de la exposición REENCUENTRO en formato pdf)

En un día soleado, de calor agobiante, quienes entraron a mediodía  en la Casa de Vacas pudieron pensar que aquellos dos pintores tenían tantas semejanzas y tantas diferencias como para  ser gemelos. Los dos emplean los colores con explícita voluntad emotiva. Amarillos insumisos, azules galácticos, rojos sin desequilibrios, armonía conceptual. ¿Qué de quién escribo? 

Escribo de Juan Mota y de Eduardo Sánchez-Beato, dos pintores y escultores de Toledo, de la época esplendorosa de la pintura y la escultura local. Curiosamente no tienen obra expuesta en ningún museo oficial local. Bueno, en realidad es que eso no existe. Se dispone de un edificio, que incluso se llama pretenciosamente Museo, el Hospital de Santa Cruz, pero lleva años sin ser nada. Los creadores de los que se escribe no son  Medievales o del Renacimiento, ni siquiera Barrocos, sino de la segunda mitad del siglo XX.  Y si no fuera por las tramas de los mercados del arte y de las influencias o amistades determinantes, trascenderían el puro reducto local para ganar competencia en el ámbito nacional.  

Eduardo Sánchez-Beato

El periodo, que comienza en los años setenta y se prolonga hasta el presente, supone la mayor concentración de pintores, escultores o creadores de la aún desconocida historia del arte local en diferentes siglos. ¿Por qué ocurrió así? Resulta complejo sintetizar  las circunstancias y condicionantes  que coincidieron en una ciudad de provincias, de leyendas amplias y de costumbres tranquilas. ¿Tal vez esos creadores querían rebelarse contra las miserias de una posguerra traumática? ¿Tal vez querían reafirmarse ellos mismos, gritando contra la mediocridad dominante? ¿Tal vez quisieron demostrar que el arte no solo era posible en Madrid o en Barcelona, sino también en ciudades pequeñas y, como en el caso de Toledo, desdeñosa casi siempre y de mesocracia funcionarial? ¿Fue la ciudad de Toledo durante aquellos años el lugar mágico que podía suscitar la creación? Sean cuales sean las causas, lo cierto es que un grupo numeroso de individuos se vieron urgidos a luchar contra el hastío de la vida en provincias, mediante la dedicación al arte. ¿Objetivo? Expresar ideas, sentimientos, emociones. Con libertad y sin tapujos. Cada uno dijo lo que quería o podía expresar. Con el lenguaje técnico e intelectual que cada cual poseía. Y consiguieron  plasmar con sus obras no solo su  trayectoria personal, sino también la historia de una ciudad en un tiempo concreto. Aunque entre ambos, ciudad y creadores, se produjeran importantes disonancias. Ellos imaginaban obras modernas en una ciudad antigua. Sus cuadros o sus esculturas contenían mensajes del tiempo presente que los habitantes apenas comprendían. Demasiado innovadores para nosotros, decían y siguen diciendo, aferrada la mayoría a la representación figurativa.

Llamas 2014, 82×81, izq; Cuerpos después de la batalla 2006, 200×200,derecha.

Analizando las obras de Mota y Beato pormenorizadamente descubrimos las diferencias. El color predomina en los amplios o pequeños contenedores de los cuadros, depende del tamaño. Un color emotivo, contagiosamente invasivo. Beato, además, incorpora las estructuras de los seres vivos o de la geología primaria: acantilados y piedras rudas asaltadas por figuras humanas o celestiales, completas  o distorsionadas. Son la base de su simbolismo abstracto o surrealista. En idénticos formatos, de color furibundo, Mota descubre geometrías, espacios ausente de figuras humanas, de vida, aunque sea mineral. Abundan los planos abiertos y la materia sustancial de la pintura: las formas. Porque, antes que los seres vivos, existieron la línea y el punto y sus hipotéticas combinaciones. Para Mota, el comienzo de cuanto existe fue colorido y lineal.

Colocados los cuadros en la Casa de Vacas en una secuencia concatenada, la obra de Mota anticipa la obra de las figuras oscuras o luminosas de Beato. Cuando se habla de “dialogo entre obras” de diversos autores o de diferentes épocas, no siempre es evidente y no siempre se consigue un dialogo real. En ocasiones es un recurso meramente retórico. No es el caso de los cuadros y las esculturas de Mota y de Beato. Las obras hablan entre ellas, con expresiones estruendosas o precipitadas. Nos esforzamos en comprender sus acuerdos y  desencuentros dialécticos y estilísticos. Vemos cómo difieren o cómo se aproximan. Las conversaciones de los cuadros, cambiantes según las horas del día y la incidencia de la luz, fluyen con naturalidad. Asistimos a un espectacular coloquio abierto. Sin concesiones cuando procede, condescendientes en otros momentos. En la realidad: una fotografía de los autores.  

Composición tectónica 2008, 55,5x51x5, izq; Composición tectónica con cuadrado rojo 2008, 55,5x55x5, derecha.

Solo queda una duda. Si la exposición podría repetirse en cualquier otro lugar. Probablemente, no. Funcionaría de otra manera. Probablemente en otro lugar la fiereza del color no sería igual. Para entender la peculiaridad de esta exposición es necesaria la luz de Casa de Vacas, la amplitud del lugar y el decorado exterior. Según nos aproximamos al edificio vamos incorporando a nuestras sensaciones las tonalidades variadas de este jardín urbano. Son el preámbulo de lo que encontraremos en el interior.

Juan Mota.

Lástima que este escrito se publique cuando ya los cuadros hayan sido desmontados. Pero no quería perder la ocasión de escribir sobre la exposición, aunque sea para que quede constancia del acontecimiento en el blog “Hombre de Palo”, un intento conceptual de abarcar el mundo cambiante en el que nos desenvolvemos. Lástima que las experiencias y las sensaciones que inspiraban los cuadros de Mota y Sánchez-Beato, en la Casa de Vacas, de Madrid, sean tan pasajeras. Como todo lo  que nos atrae: fugaz, esplendoroso, brillante,  efímero.

Jesús Fuentes Lázaro

 

Catalogo Digital REENCUENTRO Juan Mota y Eduardo Sánchez-Beato
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