El vínculo con la preexistencia, Fehn y Piëitla en Venecia [Lola Sánchez Moya]

@ Foto Ferruzzi Venezia

Sverre Fehn visita por primera vez el terreno destinado a convertirse en la sede nórdica de arte en la Bienal de Venecia durante el verano de 1958. El reportaje fotográfico que realiza del lugar está compuesto casi exclusivamente de imágenes de troncos, ramas y hojas; la espesa fronda que puebla el solar. Estas fotografías representan la principal dificultad planteada a los arquitectos que se enfrentaron al concurso del Pabellón de los Países Nórdicos en Venecia: la convivencia de la arquitectura con los árboles, la preexistencia más poderosa del lugar. Sverre Fehn junto con el sueco Klas Anshelm y el finlandés Reima Piëtila, componen la terna convocada al concurso restringido de ideas.

Plano del arbolado protegido en el solar, distribuido por la Gerencia de la Bienal de Venecia

La gerencia de la Bienal impone la conservación de los árboles de mayor porte contenidos en el solar como requisito para la construcción del Pabellón, un total de dieciocho ejemplares que posteriormente se vería reducido a dieciséis. Esta imposición llega con el concurso en marcha y genera una profunda preocupación1en el comité nórdico -compuesto por los gobiernos de Suecia, Finlandia y Noruega, organizadores del concurso-. El comité consideraba insalvable el obstáculo de la vegetación, que ocupaba en su mayoría la parte central del terreno, y comprometía de forma considerable su limitada superficie. El cumplimiento del programa de necesidades llevaba necesariamente a ocupar la práctica totalidad de la superficie.

Es interesante analizar comparativamente la actitud de Raili y Reima Piëtila y Sverre Fehn frente al problema de la preservación de los árboles; sus propuestas incorporan estos elementos preexistentes al proyecto, con distintas estrategias: mientras que Fehn incluye los árboles en el interior, los finlandeses idean un volumen ciego modelado por la hilera.

Raili y Reima Piëtila elaboran dos propuestas para el concurso. La primera, presentada bajo el seudónimo 02230 no contempla la existencia de los árboles en el solar, probablemente porque fue desarrollada antes de conocer la prohibición de eliminar los árboles. La segunda, presentada bajo el seudónimo 03750, convierte la preservación de los árboles en el argumento que determina el trazado y la concepción de todo el pabellón como una escena.

Los Piëtila organizan una planta en forma de “L” que ocupa el ángulo de la parcela más alejado de la avenida principal. Según la memoria, el objetivo de esta ocupación era “mantener el carácter y disposición del parque existente” y que el edificio formara un “muro de fondo”.2El trazado de la planta es sensible al lugar y se modifica en su tramo próximo a los troncos. La parte que dibuja el límite de la parcela es rectilíneo. Sin embargo, el contorno en relación a la hilera de árboles se curva.  La curvatura no está dibujada al azar, sino que es el resultado del establecimiento de una distancia mínima a los troncos que sobresalen de la alineación, con el propósito de mantener los árboles y, al mismo tiempo, conceder la máxima superficie interior.

La prolongada fachada curva continúa hasta los abedules situados al final de la hilera, lo que provoca una hendidura en el volumen que lo divide en dos y conforma el acceso. De este modo, los árboles guían el camino hacia la entrada y en cierta medida, tallan el cuerpo del pabellón.

La interacción del edificio con lo preexistente no sólo influye  en el trazado de la planta, sino que también caracteriza la fachada. El volumen que proyectan los Pietilä es ciego y está completamente revestido de perfiles verticales de cobre. Parece como si el ritmo y la verticalidad de la hilera de árboles se hubiera trasladado a la superficie del Pabellón. Su cuerpo introvertido se configura como un fondo visual vibrátil desde donde quiera que sea contemplado, bien desde la avenida o desde la plaza de ceremonias, los principales espacios públicos del recinto de la Bienal.

Propuesta de Sverre Fhen. Riksarkivet (archivo nacional de Suecia)

La propuesta de Fehn se distingue radicalmente de la de los Piëtila por la ocupación del solar y la apertura hacia el parque. Mientras que los Piëtila proporcionan un telón de fondo para la hilera de árboles, que modela el volumen, el arquitecto noruego propone la incorporación de los árboles en el interior. Para ello es clave la concepción de la cubierta como un plano permeable: un denso tamiz de dos capas de vigas superpuestas que forma una retícula. Las esbeltas vigas, de un metro de canto y seis centímetros de espesor, se recortan en los puntos de interferencia con los troncos, para permitir su paso y desarrollo a través del intersticio de la estructura.  

De los dieciséis ejemplares protegidos, los árboles que definitivamente permanecen tras la obra son ocho almeces, un abedul blanco y un plátano centenario de alineación de la avenida. Además se conserva un numeroso grupo de árboles de distintas especies situados en la coronación del terraplén que no estaban protegidos, pero sí incluidos en la parcela del concurso. Fehn los conserva gracias a que el muro que contiene el talud se retranquea dos metros del margen permitido en el ámbito del desnivel, a diferencia de las demás propuestas que adherían parte de su volumetría a este lindero. En este grupo de vegetación, en lo preexistente, Fehn encuentra un límite más poderoso que el borde establecido de la parcela.

La hilera de almeces irrumpe en el Pabellón introduciéndose desde el exterior, de forma que se halla simultáneamente en dos situaciones: dentro y fuera del edificio. Parte del grupo pertenece parcialmente al ámbito del parque. Junto a los árboles, se introduce en el interior una lengua de tierra que también tiene un carácter ambiguo a medio camino entre el Pabellón y el parque, debido a que el cerramiento de vidrio atraviesa la banda y confina parte de ella en el interior.

La influencia de los árboles en la definición del trazado de la planta se aprecia con enorme claridad en la relación del Pabellón con el plátano centenario situado en la avenida principal. Su generoso tronco es el punto de referencia del trazado, parece como si el replanteo de la obra hubiera partido de este punto. El origen de la repetición del módulo que conforma la planta está fijado en el único pilar; punto en el que se cortan los ejes principales del edificio a modo de sistema de coordenadas. El eje de abcisas coincide exactamente con el centro del tronco del gran árbol y define la posición del dintel. El dintel, en su desarrollo, se desdobla en forma de horquilla para salvar el tronco. La deformación del edificio en este punto define el lugar del árbol centenario y acentúa su singularidad: el plátano deja de ser un ejemplar repetido de la avenida.  Esta imagen se convierte en una de las más publicadas y comentadas del Pabellón, como símbolo del coexistencia entre arquitectura y árbol.

El vínculo entre la arquitectura y los árboles experimenta distinta intensidad en ambas propuestas. En el proyecto de los Piëtila esta relación se establece fundamentalmente a través de la influencia de los árboles en el trazado de la planta, en el modelado del volumen y la concepción del edificio como un escenario vibrante, un fondo para su contemplación. La arquitectura enmarca la preexistencia.

En la propuesta de Fehn, el vínculo va más allá de lo visual, de lo puramente perceptivo; es más intenso. Los árboles no sólo modifican la traza y determinan en parte en la configuración de la cubierta. Su incorporación al interior implica la participación activa en la definición del espacio. Las sombras que proyecta sobre la cubierta incorporan a las transiciones luminosas del interior. El espacio y los árboles alcanzan tal nivel de correspondencia que el Pabellón de Fehn puede considerarse como una unidad indivisible entre lo nuevo y lo preexistente.

Ambas propuestas, aunque distantes en su concepción comparten una misma actitud de proyecto: convierten la preexistencia del emplazamiento en el parámetro fundamental del proyecto. Los árboles, que podrían considerarse un impedimento, se incorporan a la arquitectura y constituyen la identidad del espacio.

Lola Sánchez MOYA, Dr. arquitecta.

 

  1. “Si todos los puntos rojos representan los árboles que no se pueden abatir, quiere decir que todo el terreno situado al sur de Dinamarca no puede ser empleado para construir un pabellón. No seremos capaces de erigir el Pabellón Nórdico que todos esperamos ver”. Carta de Eric Wettergren -presidente del comité nórdico- a Mario Vianello-Chiodo -gerencia de la Bienal-, 30 de julio de 1958.
  2. Según la memoria original del proyecto presentado a concurso.
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