El Toledo “moderno” que ya es “antiguo” [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 26 D20 Archivo VASIL


Aspecto de la avenida del General Villalba en 1969

Difícil de reconocer; pero se trata de la mismísima avenida del General Villalba. A la izquierda, en primer plano, la primera fábrica de gaseosas La Casera que años más tarde se trasladaría al Polígono Industrial buscando, nuevamente, un área de expansión alejado de las zonas más urbanas de difícil acceso para sus camiones. En 1969, esta avenida formaba parte del solitario “extrarradio”. Enfrente, la gran extensión de la Escuela de Gimnasia cuyos terrenos albergaban diversas zonas polideportivas, pista de atletismo, circuito de entrenamiento militar (Pista Americana), campo de fútbol y un gran campo de cultivo donde, hasta bien entrados los setenta, aún era segado, a mano, por las tropas de reemplazo.

Detrás de la fábrica de gaseosas, los famosos Campos de don Gregorio, propiedad del Arzobispado y en los que, además de los seminaristas, cualquier ciudadano podía ejercitarse en el creciente “deporte rey” tratando de llegar a la altura de Di Estéfano, Kubala, Gento o el singular Luis Aragonés.

Al fondo, también se aprecian las instalaciones de CIMASA, el gran concesionario y taller de vehículos SEAT, principal suministrador de coches populares de la época. CIMASA y el parque automovilístico toledano, desarrollaron una importante vida en paralelo. Ya entonces, se veía lógico ubicar los concesionarios de vehículos “en las afueras”.

Circuito de entrenamiento militar de la Escuela de Gimnasia

El único y principal nexo de unión con la ciudad era el barrio de San Antón, al que los toledanos bajábamos en romería, cada mes de enero, acompañados de nuestras mascotas para ser bendecidas.

Hoy, esta avenida del General Villalba (que debe su nombre al fundador de la Escuela de Gimnasia) se ha convertido en una de las vías principales de la ciudad; sirviendo de conexión para acceder a la avenida de Europa y a todo el desarrollo posterior de la zona de Buenavista.

Queda muy irreconocible la calle. En 1969 era como una frontera para los niños que bajábamos del casco a jugar al fútbol.

Cruzar aquella avenida (ancha para las costumbres de la localidad) requería ya del permiso paterno. Estaba muy lejos.

Quique J. Silva

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