El ascenso del nazismo [Jesús Fuentes Lázaro]

@Antonio Esteban Hernando

 -¡Mira, mamá! ¡Un muñeco de nieve!, aplaude y grita un niño pequeño.

 -Así muere, abandonándose al frío, el protagonista de la novela “Un hijo de nuestro tiempo”.

 -La madre me mira y sus ojos se quedan atónitos:

 -Me observa aterrada y luego grita:

 -¡Por el amor de Dios!

 -Se marcha agarrando al niño y la oigo gritar:

 -¡Socorro, socorro!

 -Un policía se acerca y observa: Está completamente helado. Ya no hay nada qué hacer…

El autor de la novela es el escritor, de origen húngaro, Ödö von Horvath. Se publicó la novela en 1938. Y la ha editado en España Nórdica. En el mismo año también se publicó otra obra del mismo autor “Juventud sin Dios”, editada por la misma editorial. Ese año abandonó Viena, cuando los nazis ocuparon Austria.

¿Pero quién fue este escritor de nombre de difícil pronunciación que ahora se puede leer en España y que pocos conocen? Fue escritor de teatro y también autor perseguido por los nazis. Sus obras fueron quemadas, junto con otras, en hogueras públicas por “ser nocivas e indeseables”.

Las quemas de libros en las plazas públicas se celebraban con una liturgia  rigurosa. Llegaban apilados en camiones. Se formaban cadenas humanas para llevarlos de mano en mano a las hogueras. Las pavesas, esparciéndose en el aire, era una advertencia a los autores y artistas degenerados. Con una liturgia industrial, se quemarían, pocos años más tarde, hombres, mujeres y niños.

@Antonio Esteban Hernando

En la novela “Juventud sin Dios,” un maestro comprueba cómo en su misma escuela se van implantando las ideas de los nuevos gobernantes que han llegado al poder con Hitler en 1933. Muchos de los que se unirán a ese movimiento liberador serán jóvenes estudiantes o jóvenes que no encuentran trabajo y el que les ofrecen lo consideran un trabajo de mierda. Gentes sin oficios que, al amparo de la revolución nacionalsocialista descubren la posibilidad de progresar materialmente y reafirmase socialmente.

El protagonista se hace soldado: “Hoy ya no tengo miedo a saber si mañana comeré. Y cuando las botas se gasten, las remendarán, y cuando el traje se gaste, mandarán uno nuevo, y cuando llegue el invierno, nos darán abrigos. Grandes y cálidos abrigos. Yo los he visto.” El cuartel es su casa. Allí existe el orden. El cuartel es como una ciudad. Siempre hay alguien a tu lado. A la derecha, a la izquierda. Delante, detrás. De día, de noche. La guerra implica valor, representa la virtud.

La patria (Alemania) está llamada a dominar el mundo desde un planteamiento distinto al de los padres. “La generación de nuestros padres estaba absorta en los ridículos ideales de los derechos del pueblo y la paz perpetua sin comprender que incluso en el mundo inferior de los animales los unos se comen a los otros. No hay derechos sin violencia”.

@Antonio Esteban Hernando

“Con el amor se va al cielo, con el odio llegaremos más lejos.”

Alemania en 1936 ocupará un lugar pequeño. Y en secreto, como los ladrones “cruzamos la ridícula frontera de ese Estado imposible”. Participan en una guerra que en Alemania no existe. Se habla de ella por lo bajo como la “guerra silenciosa”. Los invasores son voluntarios y las listas de bajas son secretas y continuaron siéndolo durante mucho tiempo.”

“El lugar que han ocupado tiene casas bajas, estrecha y sucias. Nunca se lavan y le huele el aliento. Pero sus montañas están llenas de minerales y su tierra es buena”. Justo lo que ambicionaba el Führer, además de probar las nuevas armas de combate y la eficacia de los aviones, bombardeando en vuelos rasantes las ciudades. La guerra que no existe ocurre en el País Vasco y otros lugares de España. En España se le llama guerra civil. Participan también los aviones, que se creen superiores, porque desde arriba se controla mejor el territorio. Ensayan “guerras relámpago”, que utilizarán para ocupar pequeños países vecinos.

El protagonista, “Un hijo de nuestro tiempo”, aprende en el ejercito nuevos comportamientos, nuevas palabras, se experimentan nuevos sentimientos. No existe la soledad, porque el cuartel es como una ciudad grande en la que todo es seguro. “Para nosotros es un paraíso después de toda la incertidumbre de nuestra juventud en paro…”

Los jóvenes, que habían sobrevivido a la Gran Guerra, a la epidemia de gripe española de 1918, y a la inflación se sublevan contra sus padres que les han dejado una herencia de desastres. También los que han nacido durante la guerra buscan un mundo nuevo. En Italia Mussolini había llegado al poder convirtiendo a los jóvenes en agentes activos del cambio. En Alemania, las Juventudes Hitlerianas ofrecían a los más jóvenes un objetivo en la vida y poder enfrentarse a sus padres que se identificaban con la deteriorada República de Weimar.

@Antonio Esteban Hernando

En 1933 los jóvenes incorporados a las Juventudes hitlerianas rondaban los cuatro millones. La cifra de desempleados llegaba a los cinco millones con especial incidencia en los jóvenes. Los discursos del nacionalsocialismo incidían en enfatizar el sacrificio y la disciplina, y recurría a los mitos alemanes del guerrero, la vida en un Medievo idealizado, las hazañas de las cruzadas.

Se proporcionaba en las escuelas adiestramiento militar. Un alumno escribe “una gran parte de nuestra lecturas en clase de lengua era literatura de la guerra mundial. Pero también la devorábamos por nuestra cuenta.” Para Hitler la juventud alemana tenía que ser “resistente como el cuero, veloz como el galgo y dura como el acero Krupp.” En Juventud sin Dios”, el maestro se pregunta “¿Qué generación va a ser esta? ¿Una de duros o solo de brutos?”

En el corto trecho que va desde 1930 a 1938 las generaciones han cambiado. Llegado el “momento de la juventud”, muchos jóvenes estaban dispuestos a superar el mundo “de los hipócritas burgueses liberales”. Se muestran impacientes, pero agresivos; violentos, pero hipersensibles; víctimas cotidianas de una autoridad inespecífica. En 1934, en Núremberg, Hitler, invocaba el papel de la juventud en el nuevo orden mundial a construir: “Queremos –dijo– un pueblo que no sea blando, sino duro como el pedernal, y queremos que desde la primera juventud aprendáis a superar dificultades y privaciones. No puede haber clases ni distinciones de clases en nuestro pueblo y nunca podéis dejar que la distinción de clases arraigue en vosotros. Todo lo que queremos de la Alemania del futuro, lo esperamos de vosotros”.

El protagonista de Un hijo de nuestro tiempo”, perderá un brazo en la guerra que en Alemania no existe y en España desangra a los dos bandos. Pero en Alemania no se considera guerra, porque es una abominable revolución.  Será despedido del ejército. Se acercan los días, ya vividos, de “una juventud sin perspectivas”. “Seguro que tendría el agradecimiento de la patria, de eso estoy convencido, pero las pensiones de inválidos son mínimas…..con eso no es suficiente”. Hay que pagar el alquiler, la comida, la ropa. Como cuenta Philip Kerr en la novela póstuma Metrópolis, Berlin está plagado de inválidos, algunos todavía con el uniforme del ejército mendigan para sobrevivir.

@Antonio Esteban Hernando

La reseña de las novelas de Ödö von Horváth se podía terminar con el último párrafo. Son dos novelas breves, de líneas superpuestas, de lectura ágil. Pero la historia quedaría incompleta sin explicara algo más del autor.

En Alemania se le considera al mismo nivel de Bertolt Brecht, aunque hubo unos años en los que no se le quiso reconocer como autor alemán. En su huida de Austria pasó por Bélgica. Allí un vidente, a los que era aficionado, le aseguró que en París le sucedería la experiencia de su vida. Ya en París, preparaba el viaje a los Estados Unidos. Había celebrado una reunión con el director de cine Robert Siodmak que quería trasladar a la pantalla la novela Juventud sin Dios

Tras la entrevista paseaba en un día de tormenta por los Campos Elíseos, barajando  nuevos proyectos y la traducción al francés de sus novelas. Un rayo cortó una rama de un árbol y le cayó encima.  En 1936 le había comentado a un amigo “Cuando esté muerto me dará igual si estoy enterrado en Berlín o en París….Viendo como está ahora Berlín preferiría, si pudiera elegir, estar en París.”

Había nacido en 1901 y fallecía el 1 de junio de 1938.

Jesús Fuentes Lázaro


Ilustraciones de Antonio Esteban Hernando, @antonioestebanhernando

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