Dos momentos de la cerámica de Toledo [Jesús Fuentes Lázaro]

Fueron dos momentos del siglo XX. Dos tiempos distintos y sin conexión. Como dos explosiones que cambiarían la cerámica en Talavera de la Reina y la de Toledo. Cuando en Talavera, Ruiz de Luna abría  taller en 1908, la cerámica de la zona llevaba más de cien años muerta. Aquella industria que en los siglos XVI y XVII había convertido a la ciudad en punto de influencia en el territorio había desaparecido. Solo quedaban pequeños alfares con artesanos rutinarios, manteniendo una tradición más relacionada con los usos utilitarios de sus trabajos que el arte. Ruiz de Luna, espoleado por el Padre Vaca, intentó rescatar el espíritu perdido de la cerámica con la innovación, las variaciones de los motivos, el empleo de colores nuevos, la copia no mimética de los modelos italianos renacentistas,  el tratamiento de las piezas de barro como si fueran obras de arte y su conexión con la arquitectura. Todo  se podrá contemplar en la gran exposición que se organizará en Talavera de la Reina con el ambicioso proyecto de mostrar seis mil años  de la cerámica en Castilla-La Mancha.

La actividad que iniciara Ruiz de Luna a comienzos de siglo se mantuvo algún tiempo por la continuidad de la familia. En la actualidad  su obra y su historia se encuentran en un Museo que lleva su nombre.

En Toledo, un profesor de la Escuela de Artes y Oficios, Sebastián Aguado, removía entre los escombros acumulados en las murallas y otros muladares durante siglos, a la búsqueda de restos  que permitieran reconstruir la antigua cerámica árabe de cuerda seca  y de reflejos metálicos. Pero también en Toledo la cerámica hacía siglos que había dejado de ser industria para sobrevivir en el trabajo casi mecánico de algunos alfareros. Su intención: vender “suvenirs” a los turistas cada día en aumento. Por casualidad, como suelen ocurrir los acontecimientos que cambian las percepciones de las cosas un matrimonio francés se asentó en Toledo. Ella, Suzanne Messeguer Roumier, él, Raymond Grange de Neve, que más tarde firmaría con el apellido más sonoro de Edanz, resultado no menos casual de la mezcla de los nombres de él y de la esposa.  

En los primeros años abrieron una tienda-taller de cerámica en la calle del Ángel, continuación del barrio de Santo Tomé, camino hacia  San Juan de los Reyes. Una nueva casualidad les colocó en la posición de transformar la cerámica con unos giros tan radicales y profundos como hiciera el Greco con su pintura extravagante o Narciso Tomé con El Trasparente de la catedral. Pero  no siguieron el proceso de Ruiz de Luna en Talavera de la Reina. Ellos eran menos ambiciosos. Eso sí, reinventaron las formas de acercarse a la cerámica. Y lo plasmaron en un  mural enorme en el que técnica e imaginación  modificaron el espacio de una humilde cafetería de un centro educativo, antigua universidad laboral, en un hechizo de cerámica moderna. Ellos, artistas, escritores, amantes de la música, sobre todo de Wagner, y de los gatos, dieron un vuelco completo a la cerámica. Revistieron de color e imágenes tres paredes de una cafetería. La escena en su conjunto incluye 43 personajes, de los cuales 27 son femeninos y 20 masculinos, si nos atenemos al libro de referencia que se editó en el año 1996.

Pero fueron más allá: el color, en combinación con la luz natural que entra por una inmensa pared de cristal, un atrevimiento constructivo para este tipo de centros, más de diseños de fortaleza, posibilita que el escenario adquiera vida y texturas propias. Cada hora del día es distinta y las escenas y los colores se  van modificado en la medida que luz incide con una tonalidad u otra en las cerámicas. La historia fantástica que en él se relata adquiere en cada instante matices de intensidad variable que supera cualquier  obsesiva imaginación. En el mural el debate clásico del siglo XIX entre dibujo y color queda resuelto a la manera de los clásicos con la unión de ambos en un idéntico objetivo: narrar una historia atemporal y sorprender.   El resultado es un relato tan complejo como onírico, una realidad intrincada que  interpela al espectador para que calcule el esfuerzo, la técnica, las sensaciones, la inteligencia y la voluntad de los autores. Como sostuviera Goethe “el artista agradecido con la naturaleza que él también ha creado, restituye una segunda naturaleza, pero una naturaleza sentida, pensada y humanamente completada”. No se trata de imitar la realidad, sino del impulso que empuja al creador hacia un proceso de transformación evolutiva.  

Si el espectador permanece durante demasiado  tiempo delante del mural irá perdiendo, sin apenas darse cuenta, la percepción de la realidad  situada más allá de la representación. Al otro lado de la cafetería del centro. La realidad que vemos diariamente se queda fuera de este lugar, porque aquí se ha creado otra realidad, extraída de entre las muchas que existen. Puro Platón. El mural nos sumerge en universo de fantasía a gran escala. En tres paredes se narran tres historias interconectadas de personajes reales e irreales en tiempos y espacios distorsionados. En él se refleja una ciudad idealizada con el naturalismo de sus monumentos emblemáticos y la naturaleza que desde ese lugar se divisa. Desde la posición donde se sitúa el mural un horizonte de montañas envuelve la ciudad en la que, en un cielo de colores malva, los personajes experimentan evoluciones y cambios tanto arriba como abajo.  En la gran pared central se celebra una fiesta a la que estamos invitados, según sugiere Namuna que incita a entrar en el escenario. Y allí, mezclados con los personajes reales e irreales, es posible hablar con el mago Albaucin. Aproximarse a Melula ensimismada en sus inquietudes. Y en la tercera pared empequeñecemos ante la impresionante presencia de la Anunciadora y la languidez intimista de Melula, sentada frente al espectador, dejando caer una mano abandonada a su propia expresividad.

Todas estas historias y personajes, se desenvuelven en medio de una naturaleza exuberante. La obra, que sepamos, ha tenido un seguidor, Pablo Sanguino, con los que colaboró y de quien fue amigo. El apellido Sanguino entronca con una tradición de ceramistas tradicionales, cuya sensibilidad mantiene, aunque transfigurada por la obra de dos franceses que hicieron de  la cerámica artesana una  obra de arte.

Al contrario de la cerámica de Ruiz de Luna, de Talavera de la Reina, el Mural del Anillo, de Toledo, no es el final sino el comienzo. Es probable que condicione el futuro de la cerámica. O que permanezca, única e irrepetible, como la herencia de dos creadores que construyeron en tan solo tres años la obra de varias  vidas.

                                               Jesús Fuentes Lázaro

(Visited 904 times, 1 visits today)

4 Comments

  • Jose-Antonio Marín

    Extraordinario artículo que pone luz sobre una interesatísima obra, escondida a la vista de todos (¿un diamante entre cubitos de hielo?)
    Al mismo tiempo, me hace recordar la obra del desaparecido Pedro de la Cal, en Puente del Arzobispo, y la del también desaparecido Sanguino, en su taller de la carretera de circunvalación, en el emplazamiento del actual hotel AC.
    En su día conocí el intento de resucitar la cerámica de Ruiz de Luna en La Nueva Menora, intento trístemente malogrado.
    Me sorprende (no lo puedo evitar) que la mención a Aguado se quede entre los fabricantes de “souvenirs”.
    Indudablemente se trata de un intento de no hacer excesivamente largo el artículo, Fabricantes de “souvenirs” de cerámica de reflejos metálicos y a la cuerda seca los hay en Andalucía, con tecnologías más modernas (inevitable: es más fácil y económico el procedimiento industrial) pero que carecen de Arte.
    (Con A mayúscula, con A de Aguado)

  • jesus fuentes

    Debo agradecer a D. José Antonio Marin, como al resto de comentaristas, sus elogios y su reflexiones. Este blog pretende ser lugar de debate y reflexión. También para sugerir errores posibles del autor. Gracia a todos. En cuanto a Aguado, tuve la oprtunidad de hablar con él sobre la ceramica de reflejos metálicos y sostuvo que lo que se hacía en Valencia y Andalucía no se parecia del todo a la que hacían los arabes. De ahí su investigación permanente. Como muestra de lo que buscaba tengo una pequeña pieza que recoge parte de esa teoría suya. Por supuesto, nada que ver con la Valencia y si algo que ver con la que algún ceramista de Granada hacía a nivel particular. Gracias, no obstante por la sugerencias. Saludos, Jesus Fuentes

Deja un comentario