Descalzos entre navajas y cristales rotos [Jesús Fuentes Lázaro]

El día 12 de marzo de 2018 en este mismo blog “hombredepalo” aparecía el texto de un colectivo llamado “Descalzos”. Del texto del “Colectivo Descalzos” daba noticias Lope G. Palomeque.

No conozco al Sr. Lope G. Palomeque e ignoro sí narraba la noticia de la creación del colectivo como un periodista que informa o sí es miembro del mismo que actúa como portavoz. Tampoco a los integrantes del nuevo Colectivo. En realidad, lo intrascendente es conocer a ambos. Lo que importa, cuando nace un colectivo o cualquier grupo, son sus fines y sus planteamientos, sus ideas y sus orientaciones. Conocer, en ocasiones, puede ser sinónimo de cotilleo. En otras, puede servir para la exclusión o autoexclusión: si fulanito o zutanito forman parte del colectivo, conmigo que no cuenten. Así que más interesante que “conocer” a los componentes, resulta compartir o disentir de sus planteamientos. Analizar sus iniciativas, aportar reflexiones o colaborar en la consecución de los objetivos que se proponen alcanzar, sí es que se comparten.

Para empezar, señalar algo con lo que es imposible el desacuerdo. Proclaman que aspiran “mejorar la calidad de nuestras vidas.” ¿Puede darse objetivo más loable y universal? ¿Y, qué instrumentos manejan para conseguir un objetivo tan utópico? Las políticas públicas, se responden. Unas políticas públicas que conciban su gestión como transformadora, como una grúa instalada permanentemente en la actuación cotidiana, dedicada a remover los obstáculos que dificultan o impiden el desarrollo económico, el acceso a la cultura. Que promueva activamente la igualdad de oportunidades en la educación, la mejora continua de la sanidad pública mediante inversiones y dotaciones, el reforzamiento de las dotaciones encaminadas a la atención al envejecimiento digno.

Tras el establecimiento del objetivo y los instrumentos para obtenerlos, aparecen las declaraciones. La primera y básica: en los últimos cincuenta años en Toledo se ha asimilado Progreso con construcción de Viviendas. Estupendo hallazgo intelectual que explicaría, mejor que cien libros de sociología, la situación presente de la ciudad. Ambos conceptos, progreso y viviendas, aunque puedan mantener alguna relación pálida, nada tienen que ver entre sí. La construcción de viviendas se acompasa mejor con procesos productivos, con creación de actividad industrial o tecnológica. Progreso, en consecuencia, nada tendría que ver con dotar de viviendas a los miembros que desempeñan las labores productivas. Las viviendas y su construcción serían la consecuencia derivada de un entramado productivo. Ninguno de tales mecanismos ha funcionado así en Toledo. Al contrario, toda la actividad se ha polarizado en la construcción. Y hubiera permanecido así, sí no hubiera ocurrido la explosión de la burbuja inmobiliaria que, como un bing–bang pluridimensional, dejó al desnudo los fallos y los errores insondables de la asimilación conceptual y real entre progreso y construcción. La luz de la explosión nos dejó ver, en su momento, y se siguen viendo aún, los huesos descarnados y las vísceras en descomposición de tal concepción errónea. Como final, y anotando la actividad de los últimos diez años, desde que estalló la burbuja inmobiliaria se construye poco o nada en Toledo. Nos situamos, pues, en actividad productiva cero. En avance, cero. Y si fuera cierta la relación progreso–construcción, también nos situaríamos casi en cero.

Ciertamente la construcción podría mantener su actividad sí se mejorara, y mucho, el centro histórico. Sí se modernizaran, de arriba abajo, los barrios de Palomarejos o Santa Bárbara. Sí se potenciaran, con afinados proyectos paisajísticos, los diferentes espacios que integran la unidad visual y urbana que conforman el centro antiguo y su entorno, incluido el río. En la actualidad, se comprueba diariamente, menos el fiscal y los técnicos que le aconsejan, que funciona como una cloaca. Habría que detener la tendencia a la creación de unidades que algún estudioso ha denominado “archipiélago”. Así como evitar rellenar los espacios intermedios con nuevas unidades habitacionales. El centro histórico puede ser aún un gran receptor de viviendas de calidad y de intervenciones que, sin desfigurar sus elementos peculiares, lo transformen en barrio fácilmente habitable. Se dispondría de actividad constructora durante algunos años, aunque a eso no se le debiera llamar progreso, sino de otra manera.

Y resta un último asunto. Resolver las contradicciones que puedan surgir entre Progreso y Estancamiento. El progreso es imprescindible, porque permanecer como se está, no aporta nada, salvo la paz y la tranquilidad –bienes que deben ser muy valorados– pero cuyo riesgos evidentes son el desarrollo de sociedades cerradas en sí mismas, incapacidad para diseñar alternativas presentes o de futuro y el mantenimiento de una economía basada en una especie de autarquía ensimismada, o, como máximo, centrada en Servicios, sin expectativas de crecimientos previsibles. Tal como suceden las cosas en el mundo globalizado lo que no sea avanzar, supone retroceder. O, el que pudiera ser el peor de los escenarios: dada la proximidad geográfica y la facilidad de comunicación con la gran conurbación que se está formando en Madrid, Toledo se convertiría en una unidad habitacional-dormitorio de la gran metrópoli. Nada aconsejable. El modelo es la antítesis de ciudad. No crea lugares ni oportunidades para la integración social y cultural. Se diluyen los espacios en los que se articula la socialización, la interrelación personal y la mejora sostenida de las condiciones de vida.

Moverse por estos lugares con ideas que no sean tópicas, genera riesgos o diferentes formas de exclusión social. Son muchos los intereses confabulados. Lo cual obliga a saber que andar descalzos sobre un territorio sembrado de navajas y cristales rotos, producirá daños. No hay que olvidar que hay gentes que contabilizaron en sus escandallos los beneficios de los años de la gran Especulación inmobiliaria, que se disfrazó de crecimiento y progreso. Anulado el POM, lo más peligroso son los tiempos muertos y los espacios vacíos. Siempre habrá alguien que quiera llenar y ocupar otros. Y que pondrá los medios, concebibles o inconcebibles, para ello.

Jesús Fuentes Làzaro

Fotografías: Portada: Nuevo Seseña; 2º desconocida; 3º blog Consorcio de Toledo y 4º Archivo Vasil.

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