Crónica del último invierno. Arqueología de la Transición [Jorge Morín de Pablos]

Crónicas del último invierno. Luis Quiñones. Bohondón Ediciones.

El libro “Crónica del último invierno” del escritor Luis Quiñones arranca en enero de 1977 con la desaparición de un joven de la periferia obrera de Madrid. El desaparecido es un trasunto de otros casos de la época como los de Arturo Ruiz, Carlos González, Mari Luz Najera, Emilio Martínez, José Luis Montañés…las muertes de estudiantes por disparos al aire de la policía o por grupos ultras al final de las manifestaciones era lo habitual en esos años. La lectura del libro Luis Quiñones removió los recuerdos de mi infancia de aquel periodo convulso de nuestra historia. Nunca podré olvidar el día de la matanza de Atocha, el 24 de enero de 1977, un día después del cumpleaños de mi hermano. El 23 de Enero murió asesinado en Madrid, el estudiante Arturo Ruiz. Recuerdo las conversaciones de mis padres, su preocupación y sus temores…y en especial el miedo de mi madre a que pasase algo en la manifestación de duelo que se celebró el 25 de enero. Yo tenía 9 años por aquel entonces.

Funeral por la matanza de Atocha. 25 de enero de 1977

La matanza de los abogados de Atocha es el caso más conocido, aunque las generaciones más jóvenes desconocen por completo la crónica de ese invierno, de ese fatídico día de enero que comenzó con el secuestro del Teniente General, Emilio Villaescusa por los GRAPO; al mediodía murió la estudiante Mari Luz Nájera por un bote de humo lanzado por la policía que le destrozó el cráneo; a la noche tres terroristas ultraderechistas entraron en el despacho laboralista de militantes de CC.OO y del PCE sito en el número 55 de la calle Atocha asesinando a Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez, además de ser heridas de gravedad otras cuatro personas. Recientemente, en diciembre de 2018, ha sido detenido en Brasil uno de los asesinos, Carlos García Juliá. La manifestación de duelo fue impresionante y transcurrió en un silencio absoluto, ya que el Partido Comunista había dado orden de rehuir las provocaciones. Esta firmeza y serenidad sin duda influyó en la legalización del Partido Comunista tres meses después. A pesar de la conmoción del suceso y de lo que significó en la transición española no se erigió una Memoria a las Víctimas hasta el año 2003, cuando se creó la misma, una escultura que reproduce el cuadro de Juan Genovés, “El abrazo”, una de cuyas copias estaba en el despacho y quedó bañada de sangre. Sin embargo, a pesar de que el monumento está situado frente al portal 55 de la calle Atocha donde se perpetraron los asesinatos, y al lado de la boca del Metro de Antón Martín, parece ajeno a los transeúntes que deambulan y atraviesan el espacio aprisa sin ser conscientes de lo que allí pasó y de lo que supuso para la historia más reciente de nuestro país. La Desmemoria de la Memoria. El libro de Luis Quiñones va más allá y se empeña en llevarnos a espacios de la ciudad más alejados y aún más desmemoriados. A los suburbios donde se llevó a cabo la resistencia de las clases populares a la dictadura y donde nacieron, vivieron y murieron muchas de esas víctimas, hoy olvidadas, incluso en esos barrios e institutos, donde vecinos y estudiantes parecen ajenos a lo que allí pasó no hace tanto tiempo. 

Al poco de acabar la lectura del libro, leí en la prensa una noticia que también me removió la memoria de esos años. La placa que recuerda el asesinato de la estudiante Yolanda González en Aluche había sido vandalizada por grupos ultras en la actualidad. Lo grave es que no se trataba de un caso aislado, sino que es una constante. El asesinato de Yolanda ocurrió el 1 de febrero de 1980, fue una represalia por el asesinato por la mañana de seis guardias civiles en Ispáster por parte de ETA. Yolanda González, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, fue secuestrada con 19 años y asesinada en una cuneta por dos disparos hechos por Emilio Hellín Moro, y rematada por Ignacio Abad Velázquez, ambos militantes de Fuerza Nueva, a pesar de que Yolanda nada tuviera que ver con ETA , era la representante estudiantil del Centro de Formación Profesional de Vallecas, el Instituto Palomeras. Yolanda todavía no ha sido reconocida como víctima del terrorismo. En noviembre de 2018 la Junta de Distrito de Latina de Madrid, El Barrio donde vivía Yolanda, colocó el Memorial, una sencilla placa explicando la vida y las causas de su asesinato. Esta Memoria ha sido vandalizada cuatro veces en tres meses…Resulta chocante que los escasos intentos por Memorizar la lucha por la libertad y la democracia de hace menos de 40 años sufran estos brutales ataques. En una sociedad democrática y que debería mantenerse ajena a cualquier violencia y debatir las diferentes posturas políticas dentro de cauces pacíficos. 

Los años de la Transición española, de una dictadura a la democracia, no fueron idílicos y desde la muerte de Franco hasta bien entrados los años 80, la violencia y la intolerancia recorrieron nuestras calles. ETA, GRAPO, la ultraderecha…y también el propio Estado. Miles de personas perdieron su vida; otros sufrieron horribles secuelas…la lectura de Crónicas del Último Invierno nos lleva a ese año fatídico del 77, a ese mes horrible de enero, los fatídicos días del 23 y 24…pero sobre todo es un alegato contra el olvido.

En estos tiempos que corren es frecuente que unos y otros nos digan que es bueno olvidar; que la Memoria va cargada de rencor y resentimiento…Como arqueólogo e historiador somos contrarios al olvido. Al contrario, somos firmes partidarios de no Olvidar, de Escribir, de Hablar, de Memorizar el espacio…Las Memorias de las víctimas deben ocupar nuestras calles, parques…para que les recordemos que dieron su vida para defender la libertad de la que disfrutamos hoy y para que no olvidemos que está se defiende día a día, desde la no violencia, pero con firmeza. Cada espacio de Memoria y acto que se realiza en la ciudad o en el territorio sirve para visibilizar esos años y esos momentos y para recordarnos que no fueron fáciles, sino duros y tristes. 

En Hombre de Palo ya hablamos de la desmemoria al referirnos al atentado contra que costó la vida a Carrero Blanco, el falso dilema MEMORIA vs OLVIDO. Ya advertíamos que la realidad era la IGNORANCIA. Al igual que, en el caso del atentado de Carrero, la arqueología debe ocuparse de esos paisajes de la transición, unos fueron emotivos y alegres. Otros, desgraciadamente no, las sociedades que olvidan su pasado no solo son amnésicas, sino IGNORANTES, lo que les lleva a incurrir en los mismos errores años después. Los espacios testigos de los acontecimientos que recoge la novela de Luis Quiñones están ahí y creemos que como arqueólogos debemos contextualizarlos para que sean entendidos por las generaciones actuales, que no los vivieron, pero que sin duda les permitirá construir su futuro en paz y libertad. La MEMORIA es atacada hoy en día con fuerza y son una constante las llamadas al OLVIDO, como historiadores es obvio nuestro rechazo frontal a estos cantos de sirena y nos reafirmamos en la necesidad de Memorizar los espacios de nuestro pasado más reciente. Además, de contextualizar esos paisajes del terror, solo entonces somos conscientes de la verdadera magnitud de los acontecimientos de esos días de enero de 1977. Crónicas del último invierno nos pone delante de un espejo que nos incomoda, nos muestra una realidad de nosotros que nos disgusta y nos lanza a recorrer unos paisajes que nos causan un profundo dolor. Sin embargo, esa realidad dolorosa nos permite entender el pasado para construir un futuro mejor…

Dr. Arqueólogo Jorge Morín de Pablo

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