Sucedió en Toledo. 21 D20 Archivo VASIL
Muy pocos recordarán un circuito de karts que funcionó durante los años setenta y principios de los ochenta en las inmediaciones de la Bastida; concretamente, en unos terrenos propiedad de la familia Juárez, propietarios de una autoescuela que durante muchos años estuvo situada en la calle Navarro Ledesma.
Desconocemos las razones que llevó al señor Juárez a instalar en aquella parcela un circuito para karts con unas medidas y recorrido, destinados a estos pequeños coches a motor, solo al alcance de buenos aficionados.
Los fines de semana aquel paraje se convertía en una concentración de pilotos y vehículos dispuestos a poner en práctica la puesta a punto de sus motores, ajustados con el mismo mimo que un fórmula 1. Incluso, algunos aficionados de Madrid bajaban a este circuito para competir con los selectos toledanos amigos del “riesgo y la velocidad”.
El único antecedente toledano que conocemos del mundo kart es la pista que, aún hoy, sigue funcionando en las proximidades de la avenida de la Reconquista. Por allí han pasado miles y miles de toledanos y toledanas con el objetivo de la Educación Vial y la atracción de montar, por primera vez, en un pequeño kart.
Sea este, o no, el antecedente más cercano, lo cierto es que la afición toledana no duró mucho. Al principio, como en todo, un gran interés, mucha subida a la Bastida los domingos para ver las carreras, pero la fiebre de los pequeños motores duró poco.
Pronto volvieron a salir las flores silvestres a ambos lados de la calzada y, sin ningún esfuerzo, la naturaleza se fue haciendo con el lugar que, como otras muchas “fiebres” ha quedado en el recuerdo de los que, minoritariamente, esperaban al domingo para “echar su carrerita”.
Quique J. Silva