Arquitectura del sentido común. De la función a la belleza, incluso no pretendida [Josefa Blanco Paz & José Ramón de la Cal]

Nicolas Muller, Argamasilla de Alba, 1957

La arquitectura popular (1) es un hecho específico distinto y diferenciado de la arquitectura culta_profesional, que surge para dar respuesta a las necesidades de sus usuarios, a la vez que se adapta a las posibilidades y exigencias derivadas de la tradición de la zona en que se alza. Esa adaptación se produce no sólo en las técnicas constructivas y en la distribución de los espacios, también en el sentido plástico. De la íntima relación con la tierra, con la morfología del suelo, con el clima, con los materiales que proporciona el lugar, con los conocimientos y la tradición, surge su carácter local, que acepta variaciones nacidas de las propias necesidades y usos.

En la concepción de la arquitectura popular predomina el sentido utilitario, es una muestra de funcionalismo hasta donde los límites del conocimiento técnico de sus autores permite llegar y que raramente introduce innovaciones gratuitas. Es frecuentemente una arquitectura de escala mínima en respuesta a la exigencia de ahorro de materiales y esfuerzo humano, siempre que no vaya en contra del uso y las necesidades. Esta economía de medios materiales supone una influencia positiva que la lleva a despojarse de todo lo estrictamente innecesario. Así, si bien la arquitectura popular deriva de planteamientos generalmente desprovistos de todo prejuicio acerca de los efectos plásticos, esto no supone una despreocupación absoluta hacia las cuestiones estéticas(2). El efecto plástico, por lo general, derivará de una acción que responde a una necesidad, dando lugar a soluciones de singular riqueza desde el punto de vista estético. Incluso los errores estéticos desde una perpectiva culta, las imperfecciones, que evidencian el planteamiento simple o ingenuo del que parten sus autores, en lugar de constituir un aspecto negativo, aumentarán su atractivo.

En su actuación, la arquitectura(3) popular se extiende más allá de los límites estrictos del espacio doméstico,  parte del conocimiento de que la actividad vital no se agota de puertas adentro y tiene en cuenta su proyección exterior, incorporando elementos que buscan modular y hacer habitable el entorno inmediato. A los soportales, cobertizos, terrazas, galerías, bancos, poyos, emparrados, y demás elementos, se suman las construcciones complementarias, como cuadras, palomares, pajares, graneros, secaderos, lavaderos, que, adecuándose a la morfología del lugar sin pretender modificar radicalmente el medio en el que se levantan, adaptan el mismo a sus necesidades vitales.

La arquitectura popular nace con carácter de permanencia, y aunque originariamente no tiene vocación de conjunto, por agregación, por yuxtaposición de unidades diferenciadas formará un conjunto donde la variedad y la vivacidad lo alejan de la masificación. Y aunque se plantee como una respuesta inmediata a problemas particulares y concretos, sin buscar la generalización, ni la creación de tipos; la fidelidad a las tradiciones del lugar, a la utilización de los materiales próximos y la semejanza de costumbres y necesidades, dará unidad e igualará las respuestas planteadas. Es una arquitectura fundamentalmente, y tal vez inconscientemente, de conjunto, donde la singularidad se diluye entre la armonía del todo.

Pero ni la involuntaria vocación de conjunto, ni las tradiciones locales que a través de la materia le dan forma, pueden ocultar la importancia que tienen los diferentes oficios dentro de la arquitectura popular que, en ocasiones, rompen el anonimato y dan singularidad a las unidades que componen el conjunto a través de elementos que si bien surgen de la necesidad funcional también adoptan un enfoque estético. 

Es en el detalle, en el ejercicio de la actividad de menor escala, donde el anonimato se desvanece y surge el interés por el ornato. En este campo los oficios artesanos más especializados, como cantería, carpintería o forja,  adquieren protagonismo y, en mayor o menor grado, con mayor o menor acierto, evidencian el gusto por la ornamentación, la pretensión de la unidad por significarse dentro del conjunto. 

A esta búsqueda de la belleza(4), conscientemente pretendida, hemos de añadir el modo de proceder que involuntariamente conduce a soluciones óptimas desde el punto de vista plástico, ya sea motivado por la escasez de medios que no da margen a la frivolidad, por la reutilización, con vocación decorativa, de elementos ya desechados en su uso convencional, o por la utilización de formas y materiales que resuelven una necesidad sin someterse a actitudes plásticas cargadas de prejuicios.

 

Josefa Blanco Paz &José Ramón de la Cal, arquitectos

(1) Popular deriva de “pueblo, un conjunto indeferenciado de individuos entre los que no se consideran categorías que los distingan, aunque sí individualidades, donde todos son anónimos y todos intervienen sin ser plenamente conscientes o no expresamente conscientes, en las manifestaciones propias de su actividad; una forma de colectividad donde la vida se ofrece ingenua y sencilla, próxima a un estado puro de la naturaleza”

Joaquín María Navascúes. El folklore español

 (2) “La arquitectura es el arte de levantar y de decorar los edificios construidos por el hombre, cualquiera que sea su destino, de modo que su aspecto contribuya a la salud, a la fuerza y al placer del espíritu” 

John Ruskin. Cap. I, The Seven Lamps of Architecture,1849

(3) “La arquitectura abarca la consideración de todo el ambiente físico que rodea la vida humana, no podemos sustraernos a ella mientras formemos parte de la civilización, porque la arquitectura representa el conjunto de modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas, exceptuando el puro desierto”

William Morris. Art and Socialism, Londres 1947

(4) “La belleza de esta arquitectura ha sido considerada durante mucho tiempo accidental, pero en la actualidad estamos en condiciones de reconocerla como resultado de un sentido especial del gusto en el manejo de los problemas prácticos. Las formas de las casas, algunas veces transmitidas a través de varias generacione, aparecen como eternamente válidas, al igual que las formas de sus herramientas. Sobre todo es lo ‘humano’ de esta arquitectura, lo que en adelante debiera inspirarnos alguna respuesta”

Bernard Rudofsky. Arquitectura sin arquitectos, 1973

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2 Comments

  • “La Arquitectura popular, si es que la podemos seguir llamando así todavía, está recorrida por muy diversos debates, que viajan desde la antropología a la elementalidad constructiva, desde el folklore a la etnografía y desde la historia del gusto a la historia de las cosas. Pero que también viaja desde un pasado polvoriento y ya en desuso, al imaginario de un presente estilizado y descoyuntado ya de ese pasado, que sólo se asume como Arte y Decoración o como memoria fosilizada. Por eso sorprenden los empeños periódicos, académicos, culturales o administrativos, en retornar la mirada hacia un lugar inexistente. De un lugar, que por más que se ensalce en FITUR y su secuela de Turismo Rural, sólo se representa ya como turismo recreativo o como espectáculo bucólico rural. La diversidad de estudios históricos sobre la forma popular construida, desde Torres Balbás a García Mercadal, desde Carlos Flores a Luís Feduchi, desde Otto Jessen a Miguel Fisac , han venido a vincular su existencia con determinadas formas de vida y con determinadas formas del tiempo. Formas de vida que aún se especializan en los estudios de Marañón sobre el Cigarral toledano, en los trabajos de Elías Tormo sobre la Casa alcarreña, en el seguimiento del hábitat de Lagartera de Sánchez Horneros, en los inventarios de Arquitectura Negra de Tomás Nieto o en la profusión de miradas toledanas de Chueca Goitia. Casas de labradores, casas solariegas, casillas de jornaleros, chozos de pastores, cobijos del peonaje, cortijadas o quinterías componen series edilicias que se vinculaban con formas productivas del campo y de la agricultura, y con formas seculares de la existencia parsimoniosa y lenta. Formas productivas y formas seculares que tienen la pretensión de metaforizarse como la permanencia de un tipo edificatorio inmemorial que nos señala y, aún, nos caracteriza. Como si el tipo edificatorio desvelara el alma de la tierra y dibujara el almario de sus ocupantes. La pretensión del marco conceptual de la Arquitectura Popular, es por ello un empeño extraño y paradójico, cuya finalidad, tal vez, sólo sea ordenar las imágenes rurales que percibimos y se desvanecen, cuando viajamos desde la carretera en máquinas veloces.
    Si la condición contemporánea tanto de la ciudad como de las vidas mismas, está cada vez más determinada por las máquinas técnicas y por la serialidad reproductiva, ¿cuál sería el lugar conceptual e ideológico del campo y sus construcciones inservibles y únicas? ¿Mostrar unos orígenes inciertos? O ¿captar los significados de un tiempo remoto y, casi siempre, incomprensible? Tal vez, recuperar un tiempo no sometido a la serialidad reproductiva y un espacio desprovisto de prótesis técnicas. De un tiempo y de un espacio, consecuentemente extinguido y varado, y por otra un carácter fundacional de lo construido. Por ello cantamos lo que desaparece, como decía Machado.
    Carácter fundacional, casi en clave de la cabaña semperiana, reducida ahora a dos elementos materiales: el tapial de sus fábricas y cerramientos y el orden textil de la cubrición. La arquitectura popular refleja no sólo una materialidad, sino una vivencia o una existencia. Refleja en suma, un tiempo perdido. Si la forma popular estaba dictada tanto por la materialidad posible como por las condiciones de vida; el tránsito a otras materialidades (de la tierra batida al ladrillo industrial y de la cubrición de madera y barro a la chapa metálica) y la aparición de otras vidas, determinan inexorablemente su extinción. En ese ejercicio de desapariciones y muertes, Fisac culpa a la incultura de los pueblos, a los malos ejemplos de la otra arquitectura y al mal gusto reinante; cuando el fondo de su desaparición está dictado, lisa y llanamente, por los nuevos conceptos agrarios y productivos, y por las nuevas organizaciones sociales y productivas. De igual forma que han desaparecido los carros a manos de los tractores, los arados de vertedera frente a las modernas cosechadoras, las norias frente a las potentes bombas extractivas y las acequias ceremoniosas frente a los artilugios regantes, y pocos o nadie lo lamentan. Artificios que hoy ya son sólo visibles en la Pintura y en la Literatura, razón por la que se le otorga a su presencia dosis de espiritualidad y de valoración estética. Y a su extinción, dosis de catástrofe, al descomponer todo un imaginario que flota en el tiempo”.
    Eso aparece en mi texto Tramas, Temas, Nombres, Tipos, Géneros. Arte y Arquitectura del siglo XX y XXI en CLM, dentro del trabajo Arte de CLM, coordinado por Miguel Cortés (Almud ediciones, 2018) .
    Por otra parte lo del “funcionalismo sin saberlo” remite a la pretendida condición moderna de la Arquitectura Popular, buscada ya desde los años treinta del siglo XX, por el GATEPAC (Sert, Torres Clavé o Mercadal). Otra apuesta a analizar sería el papel de la Arquitectura Popular dentro de la experiencia de Colonización, con Fernández del Amo al frente.
    La otra cuestión relevante es que la Arquitectura Popular no sólo es anónima, sino que carece de autoría. Quizá evidenciando lo afirmado (no se si pensado) por Saénz de Oíza, cuando afirmaba que ‘la mejor arquitectura es anónima’.

  • Teodoro Sánchez-Migallón Jiménez

    Buenas imagenes para acompañar estas reflexiones sobre las construcciones tradicionales. Me interesa el enfoque hacia elementos intermedios, no exclusivamente domesticos, elementos de transicion que intervienen en los programas amplios domestico-agropecuarios, que ocupan espacios publicos y sirven al colectivo, dominios del comun, porches, poyos, emparrados, bancos, empedrados en paradores, cobertizos, leñeras, No los había enfocado suficientemente.
    La reflexión sobre la decoración como singularidad del constructor o marca del propietario, ornato como evolución, no lo comparto, me parece como un alejamiento del carácter anónimo y común del edificio, huye del conjunto, principio que destacais muy acertadamente. El ornato es como refleja Loos, una corrupción, una contaminación, una imitación de lenguajes cultos, propios de una deriva hacia lo eclectico y la trasformación del elemento popular
    Es un placer debatir sobre cuestiones tan rancias y esenciales

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