Rareza, excepcionalidad, distinción, particularidad, peculiaridad, extrañeza, maravilla, excelencia, prodigio, idiosincrasia; estos serían los términos sinónimos de la palabra “singular”. Estas expresiones son indicativas del valor que esconden los elementos tradicionales que representan la cultura de una población o de una comarca. El acervo, y en concreto, las construcciones tradicionales o populares que todavía se conservan en el territorio manchego, podrían convertirse en el reclamo turístico más valioso de esta comarca.
Los elementos excepcionales que se identifican en el entorno rural que rodea al casco urbano de Manzanares, se resumirían en tres construcciones, la casilla de labor o quintería, el silo rural o cueva y el bombo o chozo.
En base a estos tres elementos principales se sustentaría una ruta peculiar, única en el mundo, que por su extrañeza se definiría como maravilla, “la ruta de los refugios en la llanura manchega”.
Brevemente se describen estos elementos que califican y conceptúan el paisaje de la mancha baja.
La casilla de labor o quintería
También denominada cuarto, cuartejo, caseja, según municipio, es una de las construcciones que subsisten destacando en el paisaje, en el horizonte. Se trata de un pequeño refugio del campesino, para estancias de varias jornadas de trabajo, cuando la distancia al pueblo era tal que no valía la pena el tiempo empleado en volver al mismo. Define Miguel Fisac la quintería como “el habitáculo para dos gañanes y dos pares de mulas” (FISAC, 1985), y la función principal sería comer y dormir.
Según las Relaciones Topográficas de Felipe II de 1575, se citan quinterías en varios pueblos de la Mancha Baja, con sus tejados de teja, la mayoría de carrizo o atocha (CAMPOS, 2009).
La forma de estos edificios es paralepipédica, de planta rectangular de proporciones en planta 2:1, (9×4,50 metros), de una sola planta y cubierta a dos aguas, con dos aleros y dos hastiales. Pero encontramos ejemplares de menor tamaño a un agua, en huertas.
La superficie útil es de unos 25 m2, con una sola puerta en el centro del lado largo que se orienta al saliente o al sur en algún caso. Disponen de un óculo de ventilación en uno de los hastiales y en el otro un tiro de chimenea, al interior se aprecia su cubierta de “tijeras” de madera, con sus pesebres a un lado de la puerta, y al otro, dos poyos para descansar con su hogar en el suelo entre ellos. La descripción de la chimenea sería, de un tronco a media altura que cruza el habitáculo, soportando dos tableros o basares laterales y el tronco de pirámide de tres lados de ladrillos en panderete, enlucidos, que forma la campana, con orificio cuadrado en la cumbrera para el cañón y salida de humos.
Reflexiona Fisac sobre la quintería como “paralelepípedo organizador, sin direcciones estructurales privilegiadas, prisma que organiza toda la arquitectura popular local” (RIVERO, 2008).
García Pavón nos relata “la casita enjalbegada, como una paloma grande, servirá de hito a nuestros ojos aburridos durante una buena jornada de camino…a veces sobre la ancha vereda, avanzan carros a distintas distancias en la longitud y en la anchura; allá hay una casita blanca; en esta y aquella tierra trabajan unos hombres reclinados” (GARCIA, 1951).
Los silos rurales
Sobre el silo urbano, estudiado en las localidades toledanas de Villacañas y Madridejos, comenta Flores que son cuevas o habitaciones subterráneas, excavadas en terrenos de piedra caliza, floja, prodiga en pozos y coqueras, y en las tierras arcillosas, ahuecando el terreno lo necesario para conseguir un cierto número de habitaciones, siendo la distribución básicamente una cocina con chimenea y habitáculos o alcobas alrededor de esta (FLORES, 1984). Continuar leyendo