A propósito de la Historia y de los historiadores [José Rivero Serrano]

El ensayo de Panayotis Tournikiotis La historiografía de la arquitectura moderna (1999, 2001 para la edición española de Mairea/Celeste) tiene un ambicioso propósito metodológico. Cuál es el de interrogar a los historiadores de la Arquitectura del siglo XX sobre sus visiones y aportaciones. Y ello realizado retrospectivamente sobre nueve figuras centrales y capitales de la historiografía, es al mismo tiempo un reconocimiento de sus revisiones y de su papel central en el curso de la historiografía de la Arquitectura del siglo pasado. En tal sentido Tournikiotis realiza una apretada visión de Nikolaus Pevsner, Emil Kaufmann, Siegfried Giedion, Bruno Zevi, Leonardo Benevolo, Henry Rusell Hitchcock, Reyner Banham, Peter Collins y Manfredo Tafuri. Puede que algunos lectores echen en falta a otros autores, tales como Frampton, Norbert- Schulz, Portoghesi o  María Luisa Scalvini. Pero ese es otro debate.

Recordaba las pretensiones de Tournikiotis y su agrupamiento crítico de los grandes historiadores, días pasados leyendo el texto de Juan Calatrava en el homenaje a Víctor Pérez Escolano de reciente aparición (Sevilla, 2017). Con Sinuosidades de un itinerario nunca interrumpido (Escritos de Víctor Pérez Escolano) se quiere reconocer la trayectoria no solo docente de Víctor, sino el reconocimiento de otros cometidos públicos, como refiere el citado Calatrava en su texto VPE y la presencia pública de la arquitectura.

Un homenaje igual al que se hiciera con Carlos Sambricio en Otra historia. Estudios sobre arquitectura y urbanismo en honor de Carlos Sambricio (Madrid, 2015) donde entre los coordinadores de la obra vuelve a aparecer Juan Calatrava. Quien en el anterior texto venia a afirmar. “En particular [VPE] su contribución a la instauración en nuestro país de un nuevo modo de entender la Historia de la Arquitectura ha resultado esencial, en el contexto de una generación irrepetible cuya pérdida se va a dejar sentir fuertemente en nuestras Escuelas (además de Víctor, recordemos sobre todo a Carlos Sambricio, que también este año abandona la docencia por jubilación, y por supuesto al prematuramente desaparecido Ignasi Sola-Morales)”.

Generación irrepetible de historiadores de la Arquitectura, la formada por Pérez Escolano, Sambricio y Solá-Morales a la que debemos buena parte de las mejores interpretaciones críticas e historiográficas de los últimos años, junto a otras muchas iniciativas. Sólo la temprana muerte de Ignasi Solá-Morales en 2001, nos ha privado de su trabajo en estos últimos años. Llama la atención  el trabajo de Sambricio en recuerdo de Solá-Morales del 2001, denominado Je n`ai ni père ni mère, ni dieu ni frère, y publicado en Annals d’ Arquitectura cuya dedicatoria es meridiana al respecto de lo que comentamos. “A Víctor, quien tanto como yo estuvo cerca de Ignacio”.  De igual forma Víctor Pérez Escolano publica en 2011 en la revista PH su particular homenaje: Ignasi de Solá-Morales i Rubio y la cuestión arquitectura y patrimonio. Donde en la dedicatoria devuelve la cita, tras el recuerdo a la viuda Laly Serna: “Y a Carlos, con quien compartí su amistad y afecto”. Vistos desde hoy, ambos textos son complementarios: el de Sambricio más memorialístico y biográfico; el de Pérez Escolano más interpretativo y teórico.

Desde mediados de los setenta, fecha en que Víctor y Carlos obtienen su doctorado (Ignasi, siendo mayor se retrasa hasta 1977, al hacer coincidir sus estudios de Arquitectura y de Historia del Arte), ya son visibles sus nuevos intereses en la renovación de la historiografía en nuevos campos y en nuevas miradas. Incluso es visible la pretensión declarada por Sambricio: incorporarse todos a Barcelona, para repetir un esquema similar al de Venecia. Y ello hace más evidente aún la influencia metodológica del Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia, con nombres como Manfredo Tafuri, Francesco dal Co, Manieri Ellia, Teyssot o Mássimo Cacciari.

Baste recordar, como nota bene, todo el cauce previo y preliminar de los estudios históricos de la Arquitectura; estudios y propuestas en los que aún coleaban ciertas dificultades metodológicas para abordar sistemáticamente el siglo XX. Como si se mantuvieran las limitaciones de los estudios de comienzos de siglo, los producidos por Lampérez en 1922 con su Arquitectura civil española. Siglos I-XVIII, la traducción del Fletcher que realiza Calzada de la Historia de la Arquitectura española por el método comparado de 1928, o el estudio de Bernard Bevan Historia de la Arquitectura española en 1949. Piénsese, por otra parte, en las limitaciones temporales de un trabajo como el Juan de Zavala La Arquitectura (1945) redactado cuando aún la Segunda Guerra Mundial no ha concluido, por lo que aún pesan mucho las circunstancias presentes y los errores pasados. Y eso que Zavala había sido miembro inicial del GATEPAC.

Esos años, los transcurridos entre 1942 y 1946, serán los de la inhabilitación para la docencia de Fernando Chueca, quien no obstante en 1947 publica los Invariantes castizos de la arquitectura española. Y es que el papel de Chueca, titulado en 1936, será de charnela entre las generaciones anteriores y posteriores a la Guerra Civil. El legado que adquiere como auxiliar de Leopoldo Torres Balbás, desde 1954, y más tarde el contacto con Gómez Moreno en su conocimiento de la arquitectura hispanomusulmana abre una línea de posteriores influencias en hombres como su discípulo Rafael Manzano Martos, aunque en una línea historiográfica bien diferente de lo que venimos comentado. Otros discípulos de Chueca  serían Navascués o el mismo  Carlos Sambricio, que no practican el eclipse historiográfico del siglo XX, como hace Manzano. El desencanto de Chueca por los avatares historiográficos de la arquitectura del siglo XX queda claro en su trabajo de 1972 La crisis del lenguaje arquitectónico, casi en clave de la estela que Sedlmayr había dejado con su El arte descentrado (1958) y donde hablaba de El ataque a la arquitectura, en el capítulo 4º. Capítulo donde Chueca, en contraposición con la lectura de Manfredo Tafuri en sus Teorías e historias de la arquitectura (1972), llega a afirmar su propia crítica o la crítica de ciertas revisiones historiográficas. “Esta es a mi entender, la celada en la que cayó la arquitectura racionalista al amputarse así misma toda referencia significante y convertirse en puro objeto industrial”. Y estas dudas son las que hacen ver y justifican, el aplazamiento de su gran proyecto historiográfico sobre la Arquitectura española; en 1964 publicaba el tomo relativo a la Edad antigua y media y no será hasta 2001 cuando acceda a publicar el tomo correspondiente a la Edad moderna y contemporánea.

No será por otra parte hasta 1952, cuando Bernardo Giner de los Ríos, publique 50 años de arquitectura española (1900-1950), pero lo hará en México y su edición española se retrasará hasta 1980. De esos años son las versiones cincuentenarias de Ucha Donate, para el Catálogo General de la Construcción, La arquitectura española y particularmente la madrileña en lo que va de siglo (1955) y el trabajo menor de  Óscar Núñez Mayo Arquitectura moderna (1958), para Temas españoles, pero que es capaz, al menos, de producir un capítulo llamado como Arquitectura moderna ejemplar. En 1960 Sostres publica dentro de los Suplementos 1955-1965, de la enciclopedia Espasa-Calpe, su texto Arquitectura y urbanismo, que es ya un ensayo breve y aproximativo. Al año siguiente, Carlos Flores producirá el primer texto normalizado sobre la historia reciente Arquitectura española contemporánea; el mismo años en que Luis Moya publica en la revista Arquitectura su Balance de 50 años de arquitectura.

En los años siguientes conviene anotar los trabajos de Ortiz Echagüe Arquitectura española actual (1965), el texto de Bohigas Arquitectura moderna en España, como anexo del trabajo de Gillo Dorfles La arquitectura moderna (1966) y, finalmente Arquitectura española contemporánea de Lluís Domenech en 1968. De 1970, es el trabajo de Bohigas Arquitectura española de la Segunda República, que ya produjo efectos críticos en Carlos Sambricio al realizar la reseña del libro en 1972 en Revista de Occidente. Reseña que ya marcaba diferencias interpretativas en diferentes fenómenos relacionados con los años republicanos.

Todo ello, toda esa configuración alternativa de la lectura histórica saltaría por los aires en 1976, con motivo del número 199 de la revista Arquitectura, denominado monográficamente La Autarquia (1939-1959). Número en el que, curiosamente, colaboraron Víctor, Carlos e Ignasi, con trabajos de relieve y de prolongada significación. Tanto El Arte de Estado frente a Cultura conservadora. La idea de arquitectura como reflejo de la crisis de hegemonía en el bloque dominante en el primer franquismo, de Pérez Escolano, como La Arquitectura de la vivienda en los años de la Autarquía (1939-1953) de Solá-Morales, como el artículo  Ideología y reforma urbana: Madrid (1920-1940) de Sambricio, provocan un salto historiográfico de una enorme singularidad y de una ausencia de prejuicios ideológicos que habían impedido reflexiones como las citadas.

Reflexiones que se ampliaron con la exposición Arquitectura para después de una guerra, donde los citados junto a Lluís Domenech y Antón Capitel dieron salida a  ese Nuevo Momento Historiográfico, al cual habría que agregar el trabajo de Domenech sobre esos años con su libro Arquitectura de siempre. Los años cuarenta en España (1978). El nacimiento de ese Nuevo Momento Historiográfico, no estuvo exento de polémica y discusión.  Como da cuenta el debate suscitado por unos jóvenes historiadores que tienen como objeto de estudio la producción arquitectónica del Franquismo. Y así Arquitectura Bis (esa ’rara revista’ en palabras de Sambricio), en los números 26 y 27, de 1979, daba cuenta del final de una visión historiográfica y del comienzo de otra. En una polémica sostenida entre Tomás Llorens y Helio Piñón por una parte, y por otra Carlos Sambricio e Ignasi Solá-Morales. Interpretaciones que ganaba terreno como se pudo comprobar con la exposición de 1987 Arquitectura en Regiones Devastadas.

Otras cuestiones y otros relatos que comienzan en esos años, merecen nuevos comentarios. Particularmente la afirmación de ciertas simplificaciones tenidas por canónicas, fundamentalmente por parte de Oriol Bohigas. Quien aún en 2000, en el trabajo Arquitectura del siglo XX. España, seguía sosteniendo el cuerpo simplificado de la relevancia/irrelevancia de la arquitectura de Cataluña frente a la del resto de España. Por ello, y en contraposición a lo fijado por Bohígas, en el mismo volumen se produjo el texto de Víctor La condición marginal de la arquitectura moderna, que fijaba en la estela de Solá-Morales, más el esfuerzo por verificar una Topografía de la arquitectura, más que una Historia con sus altibajos.

José Rivero Serrano, arquitecto

 

 

 

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