1 de Mayo, de la lucha obrera a la romería campera [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 18 D18 Archivo VASIL


1º de Mayo de 1979, frente al paseo de la Vega, los obreros se manifiestan conmemorando el Día Internacional del Trabajador

A lo largo de nuestra historia, el 1 de Mayo ha sido una de las fiestas en las que la sociedad hemos tenido que dividir nuestros intereses gustos e intenciones.

Por un lado, este día conmemora, para todo el mundo desarrollado, aquel 1886 en el que un numeroso grupo de obreros anarquistas, de Chicago, protestaban reivindicando la jornada laboral de 8 horas. La huelga, que duró tres días, desencadenó grandes altercados entre los trabajadores y la autoridad y se saldó con la muerte de varios policías, tras una explosión.

Las crónicas de la época relatan que tras un juicio, en el que no se mantuvieron las debidas garantías procesales, ocho obreros fueron juzgados y condenados.

“Los Màrtires de Chicago”: ocho obreros condenados y ocho horas de jornada laboral, fue algo más que una pura coincidencia. A partir de 1889 se instituyó el primero de mayo como Día Internacional del Trabajador.

La foto del Archivo Vasil tomada en 1979 en la manifestación del 1 de Mayo, en Toledo, no fue una excepción. Eran años de lucha. Las organizaciones sindicales clandestinas habían cumplido su función a la espera del cambio. Se movieron, ilegalmente, dentro de un régimen en el que solo existía oficialmente la Organización Sindical Nacional con sus Delegaciones Provinciales, lógicamente, al servicio del gobierno del General Franco.

Para muchos de aquellos “luchadores” no estaban los tiempos para romerías. En su mente, solo había un objetivo común: “La lucha de la clase obrera. Mejores condiciones de trabajo…. al encuentro del estado del bienestar”.

¿Alguien recuerda en la actualidad que murió gente por lograr una jornada de trabajo digna?

Lamentablemente han pasado 130 años y las reivindicaciones actuales se parecen demasiado a las de los “Ocho Mártires de Chicago”. 

Y de 1979 a 2018 vuelven a pasar otros muchos años…. y otras muchas cosas. Y aquellos trabajadores, luchadores y reivindicativos, se han convertido en abuelos. Miran con resignación como sus hijos van al paro, como sus nietos universitarios no encuentran un acomodo en la sociedad de la libertad de oportunidades, que tanto les ha costado construir. (A algunos).

Romería del Valle. Sombreros para el sol de mayo; la madre elige modelo y el niño del cochecito…… terminará en el suelo.

¡Mentira!, piensan. Hemos luchado para nada. Los héroes de Chicago se llevarían las manos a la cabeza al constatar que, siglo y medio después, las jornadas de trabajo vuelven a superar con creces las ocho horas y que los salarios  registran mínimos históricos.

Este primero de mayo subí al Valle; fui de Romería. Deambulé entre puestos de fundas para móviles y mostradores con cerveza. Y cuando llegue al puente recordé con nostalgia las veces que lo crucé pancarta en mano. Y miré, con los prismáticos que me regalaron el día de mi jubilación, si aún quedaba alguien, en La Vega, dispuesto a luchar.

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Quique J. Silva

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